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SHACKLETON, ATRAPADOS EN LA ANTÁRTIDA

marzo 16, 2022 — by Andar Extremo

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En Agosto de 1914 el famoso explorador irlandés Ernest Shackleton partió con una tripulación de 27 hombres a bordo del Endurance hacia el Atlántico Sur para realizar la última meta de los exploradores, "Atravesar a pie el Continente Antártico". A 160 km de su meta, el hielo cambio de estado y la embarcación quedó atrapada en el congelado mar de Weddell. A partir de allí se desarrolló una de los casos de supervivencia más increíbles de la historia. Nota editada en el Periódico de Aventura Andares nº 5 en 2002 antecesor de la Revista Andar Extremo

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A pesar de no haber llegado al polo, Shackleton ya había sido protagonista de dos expediciones polares, en la primera, partió en el Discovery hacia la Antártida con el Capitán Scott, en 1901. Juntos emprendieron un viaje de más de 2500 km con 5 trineos tirados por 19 perros por lugares que ni figuraban en los mapas. Pasaron hambre, padecieron escorbuto y llegaron a tirar ellos mismos de los trineos. En 1907 emprendió la segunda expedición a bordo del Nimrod con 10 caballos y 8 perros. Esta expedición tampoco tuvo éxito pues los caballos no eran apropiados para los terrenos y terminaron matándolos y comiéndoselos. Pese a esto lograron acercarse a tan solo 180 km del polo (puntos más meridional logrado hasta entonces), y regresaron luego de recorrer 3000 km a pie.
Tan grande era la lucha de los exploradores por ser los primeros en pisar el polo que en 1911, dos expediciones se encaminaron hacia el sur, la de Scott y la expedición noruega al mando de Amundsen. El logro de éste provocó desilusión en la expedición inglesa, que al regreso encontraron la muerte víctimas de abandono.
Al enterarse que ya no sería el primero en pisar el polo, Shackleton comenzó a organizar una nueva expedición, que no era solamente ir al polo y regresar, sino la propia travesía del continente, desde el mar de Weddell hasta el mar de Ross y la llamó «Expedición Imperial Transantártica».
Para esta ocasión, usaría una goleta de madera con tres palos, construida con planchas de roble y de pino noruego, recubiertas de ocote (madera muy dura). Poseía 48 m de slora y 300 toneladas de peso. El Endurance, como Shackleton la bautizó hacia referencia al lema de su familia, «venceremos gracias a la resistencia».

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La tripulación que estaba compuesta por marineros, científicos y oficiales cuyas edades oscilaban entre los 25 y los 40 años, partió desde Londres en Agosto de 1914, a pocos dias de estallar la Primera Guerra Mundial. Navegaron hacia el sur y en Bs. As. cargaron provisiones entre ellas, 69 perros de trineos.
Shackleton se unió a la expedición en la ciudad de La Plasta a mediados de Octubre. Desde allí se dirigieron hacia la isla San Pedro al este de las Malvinas. Durante semanas el Endurance esquivó rodeó varias placas y témpanos, y a pesar de haber logado abrirse camino hacia la Bahia Vahsel, fue obligado a detenerse. Enormes témpanos de 50 km2 se presentaban frente a ellos y paulatinamente la superfície de mar abierto se fue estrechando.
El 31 de diciembre, el Endurance paso a través de una placa difícil de romper y cruzó el Circuito Polar Antártico, a los días quedo atrapado en el hielo, pero esta vez na saldría. Después de varios meses perdieron la única posibilidad de libeгarse, pues la presión que ejercia el viento sobre la placa de hielo terminó fracturandola a unos metros del barco. A pesar de haber puesto la caldera a todo vapor no pudieron llegar hasta la abertura, los tripulantes rompieron el hielo con picos para abrir camino, pero todo fue en vano.
Los días pasaron y las resonancias de profundidad indicaban que el barco se alejaba cada vez más de tierra firme, arrastrado por las placas de hielo en movimiento. A tan sólo un día de la Bahía Vahsel, el Endurance se convirtió en un puesto de invierno, pues deberian esperar 7 meses hasta Octubre donde en primavera se rompería el hielo. Debieron organizarse para vivir más cómodos, los perros fueron trasladados fuera del barco en Iglúes de hielo, los cerdos durmieron afuera hasta que se convirtieron en carne salada. A la luz del día los hombes ejercitaban a los perros, buscaban focas y pinguinos para alimentare o emprendian excursiones en el hielo, al anochecer cantaban, leían, se turnaban para hacer guardia, y jugaban al ajedrez.

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Un buen día el sol desapareció por completo y no se lo vio hasta 4 meses después. En Abril, el hielo gruño en torno al buque haciéndolo vibrar ligeramente, fue es el primer indicio del potencial mortifero de la placa de hielo. Dos meses más tarde comenzó la parte más oscura del año, la temperatura descendió a 29° bajo cero y las masas de hielo crujían al chocar unas contra otras. la presión que provocaba que las placas se fracturen y se superpongan, amontonaba enormes bloques de hielo de hasta de 5 m. de altura. Hacia fines de Junio ya llevaban atrapados 158 días y el Endurance se había trasladado a la deriva más de 1000 km. A esta altura la presión que provocaba el hielo sobre el buque se torno amenazadora, los hierros de la sala de máquinas se doblaron, las vigas se arqueaban y las puertas se salían del marco.
Hasta fines de Octubre no hubo grandes inconvenientes y los hombres comenzaron a desarrollar más actividades ya que tenían 22 horas de luz, pero en un momento un terrible golpe hizo inclinar el buque unos 8º a estribor y comenzó a filtrar agua. Se encendieron las calderas y las bombas extractoras, los hombres cavaron trincheras en el hielo, las vigas gemían, entre tanto reunian vituallas, ropas, comida de los perros, aparejos de los trineos, raciones de emergencia, mapas, planos y hasta fotos de posibles recaladas preparándose para desembarcar en el hielo.
El 27 de Octubre amaneció claro y despejado, la presión del hielo aumento durante el día y a las 4 de la tarde llegó a su punto culminante, de un golpe se levantó la popa mientras un témpano en movimiento arrancó el timón y la cabina, las cubiertas comenzaron a romperse y al desprenderse la quilla el agua comenzó a entrar torrencialmente por todas partes. Shackleton ordenó que se bajaran a un lugar estable los botes y los trineos. Armaron un campamento en lo que parecía un témpano estable a 100 metros del barco destrozado.

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Shackleton informó que en unos días empezarían a caminar hacia Cerro Nevado a unos 300 kilómetros al noroeste. Se despojaron de los elementos prescindibles, uniformes de gala, elementos científicos, libros, relojes, etc. Ese mismo día sacrificaron a tres cachorros, a la Sra. Chippy (el gato, considerado la mascota del buque) y a un perro adulto que no sabía tirar trineos.
Se pusieron en marcha pero habiendo recorrido apenas 1,5 km desde su partida la caravana armó campamento a la tarde. Resolvieron quedarse allí bautizando al lugar «Campamento Océano», establecieron una rutina, temprano desayunaban foca frita, masa de harina cocida y té, después algunos cazaban focas y pingüinos y otros realizaban quehaceres en el campamento. Por la tarde se dedicaban a leer, zurcir o pasear y a las 17:30 hs se servía estofado de pingüino con cacao. Por la noche algunos montaban guardia por si los perros se iban o por si el témpano se rompía. Las raciones que eran para la travesía continental se conservaron escrupulosamente para el viaje en los botes salvavidas que los hombres traian a la rastra.
Se resolvió continuar la travesía a pie, pero esta vez avanzarían de noche cuando el hielo se encontraba más duro, 18 hombres tiraban de los botes y luego regresaban a buscar las provisiones. Ante la imposibilidad de seguir escogieron un témpano que parecia sólido para el nuevo campamento llamándolo «Campamento Paciencia».

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Era enero de 1916 y las placas no daban muestras de abrirse, la tensión era cada vez mayor y la alimentación se convertía en un problema realmente preocupante, las focas escaseaban y las reservas disminuían. Ese mes sacrificaron 27 perros, que luego serían parte en la dieta de los hombres….»se me encomendó esta tarea, y fue la peor que he tenido que hacer en mi vida (informó Wild en su diario). He conocido a muchos hombres a los que hubiese preferido matar antes que al peor de los perros»…
Con pocas reservas una bandada de pingüinos fue la salvación, comieron la carne de 300 de ellos, mientras que la piel y la grasa la usaron como combustible. En invierno lograron ver tierra al oeste, pero como la placa en donde se encontraban era demasiado frágil para atravesarla a pie y demasiado sólida para navegarla no pudieron acercarse, y debido al desplazamiento del hielo pronto dejarian de ver tierra firme.
En Abril el hielo se quebro, era el momento de botar los botes y comenzar a navegar. En el primer bote, el ballenero «James Caird» iban 11 tripulantes, en el segundo el.»Dudley Docker» 9 hombres y en la tercer embarcación la más pequeña «El Standcomb Wills» iban 8 personas.
Los hombres habian estado atrapados en el hielo pero su prueba más dura estaba por comenzar. La primer noche en el mar, acamparon en un témpano pequeño, la inestable masa de hielo se balanceaba y al anochecer el támpano se alzo sobre una ola y se abrió al medio justo debajo de la carpa de los marineros, tirándolos al agua Por fortuna fueron rescatados inmediatamente antes que el témpano vuelva a unirse.

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Ala mañana siguiente continuaron remando hacia el noroeste y a tomar las mediciones de
orientación, el resultado fue nefasto, una fuerte coriente los habla arrastrado en dirección
contraria. Al dia sigueinte se dieron cuenta que los botes estaban congelados por fuera y por dentro, estimaron que la temperatura habla descandido por debajo de los 20º bajo cero.
La vida de los hombres corría paligro, por las condiciones climáticas y por el hecho de no tener agua, la salida con prisa del campamento anterior no permitó carger hielo y lo único a su alcance era agua salada. Atormentados por la espuma que los mojaba contiuamente hinchándole el rostro y haciendole sangrar los labios, encontraban alivio aplicándose carne de foca helada.
Se echaron las anclas flotantes hechas con lonas y remos atados y comenzó la tercera noche en los botes. En el alba se observó la Isla Elefante a solo unos 50 km. Con las manos ampolladas y ensangrentadas remaron hacia ella. Sir Erenest había estado de pie día y noche resistó su incesante vigilia al aire libre pues habí a dommido desde el “Campamento Paciencia”.

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Une vez en tierra firme los homtres agotados daban traspiés a causa del congealamiento, muchos sufrían de desorientación transitoria, y otros temblaban como si sufrieran de parálisis, algunos estaban medios locos se revolcaban en
las piedras y uno agarró un hacha y no parohasta matar una docena de focas. Habían pasado 7 terribles días en botes abiertos en el Alántico Sur a comienzo del invierno Antártico y además de 170 días a la deriva ya hacian 497 días que ninguo pisaba tierra firme.
El 20 abril al ver que la situación se tornaba dificil Shackleton ordenó una expedición a la islaSan Pedro a 1500 km de distancia. Seis hombres formarían parte del grupo que iría en el «James Caird». Acondicionaron el barco, para la travesía, llevaban dos mástiles, 950 kilos de lastre para evitar que el barco zozobrase, cuatro remos y una bomba de agua. También cargaron sacos de aceite de grasa de ballena para derramarla en las aguas movidas e impedir que rompan las olas. Cargaron dos barriles de hielo fundido y las provisiones reservadas para la «Travesía del Continente»
A pesar de que Cabo de Hornos ara la tierra más cercana se dirigieron hacia la isla San Pedro porque los favorecia el viento. Durante las primeras noches y debido a las fuertes tormentas el agua se metía continuamente y debían dormir en turnos de 4 horas para cubrir guardias en sus sacos empapados y helados. Al caer el octavo día el barco estaba cubierto por una helada armadura de casi 40 cm de espesor convertido en un peso muerto que lo hundía. Se deshicieron de dos bolsas de dormir que se estaban pudriendo y se habían congelado durante la noche. Los hombres se encontraban con la ropas mojadas que no se habían quitado en 7 meses, les rozaba terriblemente la piel, los pies y las piernas se encontraban contínuamente pálidas e hinchadas Tenían las manos congeladas y negras de mugre. por la grasa, y las quemaduras provocadas por la cocina. Cada movimiento por mínimo que fuera, resultaba insoportable. Para evitar el frío bebian el aceite de la grasa, con el que pretendían calmar el agitado mar. Shackleton ordoeno cuatro comidas calientes que eran el único alivio. suministrándoselas cada 4 horas durante el día y leche caliente durante la noche.

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El 7 de mayo al mediodía observaron un riscoo negro a unos 16 km como lo habían calculado. No pudieron desembarcar debido al fuerte viento y al oleaje, pasaron la noche a 30 km de la costa y la lluvia al mediodía se convirtió en un huracán. La tormenta los amenazaba con chocar contra los arrecifes y lucharon horas para alejarse del peligro. Exhaustos casi al anochecer dirigieron el barco por una estrecha entrada en el arrecife.
En los 17 días de duras pruebas, los hombres habían mantenido una rutina, una estructura de mando, un horario de guardias. Habían prestado atención a su experiencia náutica en las peores condiciones a las que puede enfrentarse un marinero. Una vez en la isla arrastraron a duras penas el «James Caird» a tierra firme, esa noche durmieron en una cueva resguardada del viento, en la cual lograron encender un fuego con maderas traidas por el mar. Prepararon un estofado de crías de albatros. A causa del tiempo y la debilitada tripulación Shackleton anunció que irían a pie a una de las estaciones balleneras «Stromness» a unos 35 km por tierra.
A la mañana del 19 de mayo Ernest y dos de sus hombres emprendieron la marcha. Llevaban raciones para tres días, que metieron en calcetines, la geografia no les permitía avanzar con facilidad y llegar a cada cima era una ardua tarea. Al llegar a un pico observaron una cadena montañosa que les pareció familiar, calculaban que estaban a unos 19 km de la civilización. A la mañana del día siguiente escucharon las sirenas de los balleneros, y al mediodía estaban sólo a una montaña de la bahía Stromness. A la tarde llegaron a la base, con el pelo hasta los hombros los rostros barbudos y las caras negras por el aceite quemado y con sus ropas echas harapos. Shackleton pidió hablar con el administrador, al encuentro con éste se presento: -Soy Sir Ernest Shackleton, capitán del Endurance desaparecido hace 20 meses.
Luego un de los hombres fue en el buque «Samson» a rescatar los que habían quedado del otro lado de la isla. Mientras Shackleton preparaba el rescate para la Isla Elefante. Días más tarde salieron con un ballenero, pero se enfrentaron con la placa de hielo y no pudieron avanzar. Intentaron con un pequeño barco uruguayo pero fracasaron nuevamente. Shackleton Busco frenéticamente ayuda pero sólo la obtuvo el 25 de agosto cuando el gobierno chileno les dio un remolcador de vapor.

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Refugiados en los botes, los 22 hombres que aguardaban en la Isla Elefante comieron focas, pingüinos, algas y lapas. Había bastantes enfermos pero el más grave fue Blackborow que le tuvieron que amputar los dedos del pie izquierdo debido a la gangrena. Durante la mañana del 30 de Agosto estaban juntando lapas, de pronto observaron un barco, salieron corriendo. Enseguida encendieron una fogata para que los divisaran y emitieron gritos de alegria pero esto no importaba el buque se dirigia hacia ellos. Shackleton mirando con penosa intensidad a través de los binoculares contó las 22 figuras en la costa, con la expresión mas emocionada en el rostro, parecia que se le quitaban años de encima. En una hora estaban todos en el «Yelcho» la aventura habia terminado, se alejaron de la isla despidiendo la tierra que les habia dado sus bienes y había sido su salvación.
Shackleton tenía mucho que contar a sus hombres y al mundo en general pero la carta que le escribió a su esposa desde Punta Arenas sólo explicaba lo esencial: …»lo he conseguido no se ha perdido ni una vida y hemos pasado por el infierno»…
La expedición terminó el 8 de octubre de 1916 en Buenos Aires pero Shackleton tuvo otra tarea la de rescatar a la nave Aurora que iba a ser de apoyo en el mar de Ross, que también había sido victima del hielo.

Esta nota es un extracto del libro “Atrapados en el hielo” de Alexandre Caroline que fue hecho por un registro de los diarios íntimos de oficiales y científicos, pero no existen relatos de los marineros. Shackleton se aseguró que quienes llevaban un diario, no dejaran de escribir ni si quiera en los momentos más críticos y de que Hurley conservara las fotos, pues la expedición tenía como meta publicar la experiencia. El Fotógrafo de la expedición Hurley dedica un capítulo entero a los perros, en su libro «Argonauts of the south» Shackleton escribió un libro llamado «South» publicado en 1919, y la película que filmo Hurley se tituló «En las Garras de la Placa Polar» que se estreno en 1919.

La personalidad de Shackleton
Uno de los exploradores polares más famosos de la época, héroe nacional protagonista de dos expediciones polares
Contaba con 40 años. La grandeza de Shackleton como jefe del Endurance debe mucho a los sufrimientos casi demenciales de sus anteriores experiencias Antárticas. Poseía buen humor, era justo y por esto se obedecían sus ordenes. Prestaba atención a toda la tripulación, no hacia diferencia de rangos. Cuando la Situación lo exigía la personalidad impresionante de Shackleton podía enfrentarse a los individuos más dificiles. Miraba con aire desdeñoso que estremecía y podia ser muy cortante si lo deseaba. Era un romántico que soñaba con tesoros ocultos y viajes improbables, era un marino experto y hábil.
En momentos difíciles consolaba a todos y nunca se quedaba quieto. Shackleton sin hacer nada no es Shackleton, escribió un oficial en su diario. No era la clase de hombre que pudiera solamente hacer cosas grandes y espectaculares, cuando la ocasión lo precisaba se encargaba personalmente de los detalles más ínfimos. A veces se podía pensar que era quisquilloso y solo después se entendía la importancia de su incesante vigilancia. Detrás de cada palabra v cada gesto calculado, yacía la obsesiva y obstinada determinación de hacer lo mejor para sus hombres. Tenía la convicción de que los individuos más corrientes eran capaces de hazañas heroicas en circunstancias difíciles, la mística que adquirió como lider se debe en parte a que hacía aflorar en sus hombres una fuerza y una resistencia que nunca se imaginaron que poseían. Cabe recordar que ninguna de las expediciones de Shackleton terminaron con éxito pero fue gracias a esta que se lo recordaria por siempre.

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ALASKA A PIE EN SOLITARIO, ANTONIO DE LA ROSA

mayo 22, 2020 — by Andar Extremo

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EXPEDICIÓN IDITAROD ALASKA, Antonio de la Rosa es el primer Español y la tercera persona en completar la Ruta Iditarod de 1700 kilómetros que realizan los trineos de perros y que es una de las más aisladas y duras travesías invernales que se pueden hacer en el planeta. Nota central de la Revista Andar Extremo nº 31 Mayo/Junio 2014

Por Nacho Cembellín texto y fotos
Fuentes diario el mundo España y crónica diaria de Antonio de la Rosa

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El 2 de marzo de 2014, cuando el sol comenzaba a brillar en el horizonte de la diminuta localidad de Willow, en Alaska, 72 mushers, con sus trineos y más de 1.100 perros, tomaban la salida de la Iditarod, la carrera de trineos más famosa del mundo, que cruza Alaska de lado a lado: 1.700 kilómetros. Apenas unos minutos después, un español, a pie, con trineo pero sin perro, cruzaba la misma línea de salida. «¿Y ése?, ¿Llega tarde?, ¿Dónde va?», se preguntaban algunos lugareños que se rezagaron un poco tras el comienzo de la prueba. Se llama Antonio de la Rosa, un español de madrid de 44 años que acaba de convertirse en el primer ibérico -y tercero del mundo- en seguir el mismo recorrido de la archifamosa carrera… pero a pie y en solitario.
Exactamente 43 días después de tomar la salida, un Antonio exultante aunque agotado llegaba a Nome. «He disfrutado cada minuto y cada kilómetro, tanto que ahora es difícil acordarse de los días malos, de las interminables cuestas arrastrando un trineo con 90 kilos desde el principio, la mitad al final, pero siempre con la motivación y determinación de llegar al final si no me pasaba nada grave».

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Pero llegar hasta ahí no ha sido nada fácil. La abundancia de nieve y las continuas montañas de poca altitud fueron lo más duro las primeras semanas de ruta, ya que las huellas de los trineos de perros que pasaron un mes antes por esas tierras quedaron prácticamente borradas por la nieve nueva. A pesar de ello, fue mejorando el ritmo, y en los últimos días avanzaba más de 60 kilómetros diarios, tirando de su inseparable trineo.
«Las dos primeras semanas fueron durísimas. Las condiciones del terreno (menos nieve de la esperada, y en ocasiones tramos enteros cubiertos de barro y piedras) hicieron que avanzara muy despacio, mucho más de lo previsto», explica.
En esta aventura, Antonio está completamente solo. «Llevaba un teléfono para oír música al principio, pero lo perdí. Intenté deshacer parte del camino, 10 kilómetros, a ver si lo encontraba, pero tres horas para nada, no apareció. El resto del camino, he ido escuchándome a mí mismo y el deslizar de los esquís», cuenta. De hecho, el sobrecogedor silencio es una de las cosas que más destaca Antonio de la experiencia. «Es impresionante. Si dejas de andar o de moverte, el silencio es absoluto. Ni un ruido, quejido o susurro. Sólo, de vez en cuando, un cuervo gigante. Allí estas realmente sólo», explica.
Y es que en los más de 1.600 kilómetros que ha recorrido, ha cruzado algunas pequeñas poblaciones (de entre 40 y 300 personas, las más grandes), pero fuera de la ruta, nadie. «Bueno, no. Un día me encontré por la tarde a un tipo medio indio, medio esquimal, en mitad de la ruta, con su moto de nieve averiada. Estaba mal vestido, y a 30 kilómetros del pueblo, así que tenía muchas posibilidades de pasar una muy mala noche, o algo peor. Le dejé mi teléfono para que llamara a un amigo mecánico que le vino a buscar y se fueron. El tipo sólo llevaba una botella de whiskey para sobrevivir, no sé qué hubiera hecho si no me lo hubiera encontrado», recuerda Antonio.

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La Iditarod de Antonio es muy distinta de la que se hizo famosa en España cuando perdió la vida tratando de rodar imágenes allí Félix Rodríguez de la Fuente, en 1980. Ahora, cada musher pasa años preparando la carrera, lleva 16 perros y tarda entre 9 y 11 días en recorrer los 1.700 kilómetros que separan Willow Lake de Nome. Antonio tenía previsto tardar, a pie o esquiando, unos 21 días, pero sus previsiones se vieron un tanto truncadas al inicio de la expedición.
«El principio avanzaba muy despacio. Para llegar a Rainy Pass -el punto más alto del recorrido- tardé un día en hacer 10 kilómetros, y tuve que montar hasta poleas para poder subir el trineo. Pero después he ido a mucho mejor ritmo, unos 50 kilómetros cada día, lo que supone unas 12 horas arrastrando el trineo.Se iba haciendo muy duro, pero esto se recupera en España con unos buenos chuletones de la Sierra Norte de Madrid, unas cañitas y un cocido de mi madre», explica Antonio, que no pierde la sonrisa, ni la cabezonería, ni un sólo segundo.
Menos complicado se le hizo al bombero en excedencia y aventurero de nacimiento, la zona más solitaria de la prueba, la que separa la pequeña localidad de McGrath hasta Ruby, más de 300 kilómetros en los que no tuvo ningún contacto humano, y donde sólo pasó por tres pequeños pueblos mineros abandonados, donde había algunas cabañas de madera derruidas y maquinaria, donde miles de personas vivían en estas tierras llevados por el trabajo en las minas y la fiebre del oro.

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Su rutina comenzaba cada día al amanecer, cuando salía de la tienda y el saco, desayunaba y comenzaba a tirar del trineo -de unos 90 kilos de peso- colina arriba, colina abajo. «Hace ya muchos días que pasaron los mushers con sus perros, así que como ha nevado después, no queda apenas huella, pero sí he recogido algún envoltorio de comida. La ventaja es que tengo la ruta muy bien señalizada, es casi imposible perderse», explica. De hecho, gracias a la paja abandonada por los de la carrera -para que los perros duerman sobre ella-, Antonio pudo dormir «algo más calentito» varios días.
Hacía frío, ha llegado como hasta25 grados bajo cero, pero como estabaen constante movimiento, y llevaba buena ropa y material, la verdad es que de eso no me quejo, frío no he pasado salvo unos días esta última semana, que he tenido algunas tormentas que han sido un suplicio», señala. Y por si se encontraba compañía no deseada en la solitaria ruta, no se separaba ni un metro de su spray de pimienta. «Aquí hay tres tipos de osos: el negro, el grizzly y el gran blanco. Los dos primeros hibernan hasta mayo, por lo que no debería encontrar ninguno. Los blancos, que no hibernan, era posible encontrarme alguno en el último tramo de la ruta, pero no los he visto. El spray de pimienta parece funcionar a unos 10 metros de distancia, porque su olfato es muy sensible, así que lo llevo siempre colgado a la cintura, porque no sabes lo rápido que pueden llegar a correr estos bichos», dice.
Por el camino ha visto huellas de lobo, algún alce y wapitis -unos ciervos gigantes, del tamaño de caballos percherones-, incluso águilas calvas, «pero allí la vida se despierta en primavera».
¿Y ahora que acaba de cruzar la línea de meta? «Una cerveza. Lo que más echo de menos es estar en un bar con los amigos y tomarme una cerveza», dice Antonio. Sin embargo, no tendrá mucho tiempo para relajarse. Después del verano, sigue empeñado en embarcarse en otra aventura similar: cruzar el Atlántico, en solitario y a remo, por la ruta Senegal-Guyana Francesa. Nada menos que 4.700 kilómetros por una zona que los marineros denominan el «Everest de las rutas transoceánicas» por sus fuertes mareas y grandes olas.
«La diferencia entre lo posible y lo imposible está en nuestras manos», explica. «Y si no lo intentas, no lo consigues nunca. Estoy física y mentalmente preparado para abordar estos retos, así que… a por ello», cuenta. «Así que ahora a cambiar el agua en estado sólido por agua en estado líquido. porque ir solo no significa no estar acompañado».

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Crónica del viaje por Antonio
El 9 de marzo luego de 7 días de caminata, ya sin equipo de foto y filmación, los últimos días han sido los 2 días mas duros que he tenido, medias de 10 km día, con pendientes inhumanas, pero por fin estoy en la parte mas alta del recorrido. Aquí en Rainy Pass, que no es un colladito sino 30 kilómetros de terreno sube-baja constante a casi 1000 metros de altitud, con vientos fuertísimos y temperaturas medias de -25 centígrados, esta noche la escarcha en el interior de la tienda era espectacular.
El 16 de marzo, en Nikolai recordó que un conocido Musher Donald Bowers, con varias participaciones en el Iditarod de Alaska, dijo que los trineos que consiguen llegar con éxito a Nikolai habrán pasado la parte más dura y técnica de la prueba y tienen muchas posibilidades de llegar al final en Nome!!!YA Estaba allí con UN TERCIO DE LA EXPEDICION realizada.“En estos 13 días, de los cuales 6 han sido en la absoluta soledad, arrastrando l trineo de 80-90 kilos por zonas de tierra, vegetación, rocas en incluso 1 día con gran subida de temperaturas por barro y charcos, por fin estoy en Nicolai, a 50 millas de Mcgranh. Bien de animo, fuerzas y para adelante, manos y pies fríos todo el día, espero que las condiciones de nieve de aquí en adelante mejoren y por fin pueda DESLIZAR con los esquís, aunque mi trineo esta bastante perjudicado por los continuos golpes”.

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El 18 de marzo luego de dos días duros, con nieve en abundancia y noches realmente frías por la luna llena Antonio relataba “La condensación en la carpa me mantiene toda la ropa húmeda y no he podido dormir en las 2 noches, con lo que aprovechare mi paso por Macgran, único lugar medianamente habitado de todo la expedición, para hacer una paradita merecido de medio día, estoy realmente agotado y necesito recuperar fuerzas y secar la ropa”
El 27 de marzo luego de una semana de no cruzarse con nada en 300 kilómetros, ha llegado a Ruby, pequeño pueblo de unos 60 habitantes en la orilla congelada del río Yukon. Continúan las montañas, aunque pequeñas, pero ha sido la semana que mas ha disfrutado, el sol radiante cada día, los atardeceres y las frías noches, viento del Norte constante , todo a sido especial.
Ha podido caminar y a veces esquiar, a pesar de que las nevadas de la pasada semana taparon las huellas de los trineos de perros, con bastante regularidad y a un ritmo de maratón diaria, incluso realizando una jornada pletórica en el día 26 de marzo de 62 kilómetros para llegar a Ruby, récord personal en esta expedición.
Durante el recorrido ha pasado por algunos antiguos pueblos mineros abandonados, que tuvieron su auge en los años 20. También ha seguido la huella de lobos por más de 100 kilómetros. Le esperaba una dura semana de 350 kilómetros a orillas del río Yukon para llegar a Unalakleet, en el Pacifico.
El 2de abril, tras 5 días y más de 230 kilómetros sobre el río Yukon, con un sol radiante durante el día (aunque nunca llega a calentar) y muchísimo frío en las noches por la humedad del río congelado, se dirige hacia la costa. Lo separan de Unalakleet, 145 kilómetros y varias montañas.

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Intenta recorrer diariamente unos 50 kilómetros, y para ello debe hacer 12 horas de actividad. Con la dureza del recorrido Antonio contaba “ He perdido peso aunque no paso hambre, pero sobre todo noto que me falta fuerza y energía, no hay milagros, además me despierto en las noches varias veces por el frío, aunque la moral sigue intacta. Esto se recupera en España con unos buenos chuletones de la Sierra Norte de Madrid, unas cañitas con los amigos, y unos cocidos y tortillas de patata de la mami, je,je”
Posiblemente la media de kilómetros baje en los próximos días, se planteaba parar un día completo para cargar baterías de cara a la recta final. Parece que en la costa no había nieve, sólo hielo y estepa, con lo que se teme que se hará durísimo.
El 4 de abril llegaba a UNALAKLEET, primer pueblo costero de la expedición, solo le quedaban420 kilómetros hasta Nome. Antonio al llegar a este poblado comentaba “Creo que estos últimos han sido los mejores días desde el comienzo, me he tomado un medio día de descanso en una pequeña cabaña de seguridad Iditarod para protegerse en días de tormenta durante la carrera de los trineos de perros o si algún nativo la necesita cerca de Kaltag , donde he tenido que firmar en la pared como todos los que han pasado por allí ..y he cargado las pilas a tope, el terreno muy bonito y variado, mezcla de bosque, senderos sobre ríos, turba, bastante favorable a pesar de haber subido un par de montañitas, buen tiempo, y aunque las mañanas son frías, las tardes son increíbles y todos estos días lo ultimo que veo son las puestas de Sol sobre el Oeste, la dirección de Nome, buena señal”

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Llegando a la costa empiezan las zonas sin nieve, por suerte el sendero por estar mas pisado mantiene lo justo para esquiar pero como suponía le esperan unos 200 kilómetros donde faltara nieve en su mayoría, con fuerte viento del Norte, y nada de vegetación, solo turba y más turba, con lo que no será muy fácil.
El 6 de abril le faltaban dos días para llegar a Shaktoolik desde Unalakleet a unos 65 kilómetros. El primer día ha tenido que subir varias colinas junto al mar, que como esperaba estaban bastante escasas de nieve. Las temperaturas rondaban entre los -17 y – 22 grados y un viento congelador del norte que soplaba constante a unos 50 Km por hora. En una de las jornadas más frías de toda la travesía Antonio comentaba “me he tenido que poner ropa que aun no había usado, Goretex, plumas, doble guante con manopla y aun así he tenido que usar las bolsitas calienta manos que traía, infernal”
Pensaba continuar unos kilómetros mas pero decidió parar a dormir en el colegio de este pueblito, aprovisionarse y luego partir para el norte por la costa a través de 80 kilómetros con un viento terrible.
El 8 de abril llegó a Koyuk las temperaturas han bajado a -20ºC, y dos días mas tarde arribo a Elim, otro pequeño pueblo de la costa , solo le quedaban n 200 kilómetros para terminar la expedición, por camino del Oeste hacia Nome.

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Ha tenido sin duda los días mas duros de toda la travesía, fundamentalmente desde Unalakleet a Koyuk, donde se enfrento a condiciones muy adversas, mucho frío, fuertísimo visto polar del Norte y escasez de nieve en algunas.
Por otro lado también estaba preocupado porque parecía que el trineo pesaba más que al principio y Antonio se le estaban acabando las fuerzas, sumado el problema es que el trineo estaba rajado por la parte de abajo, y esto lo frenaba mucho y además se le metía nieve compacta dentro. A tal situación Antonio comentaba “Le he intentado reparar pero no funciona muy bien, con lo que estoy hecho a la idea de arrastrarlo como esta, y cada 3 horas vaciar unos 6 a 8 kilos de nieve helada que le entran”
El 12 de abril a tres días de la meta arreglo el trineo con un «calituning», rajándolo hasta atrás para que no acumule nieve y con un trozo de trineo roto que se encontró lo colocó por dentro, esto no freno el acceso de total de nieve pero lo limitó. Los días soleados y las temperaturas «agradables» de -15 lo fortalecían para e tramo que le quedaba.
El 15 de abril de 2014 Antonio de la Rosa había terminado, estaba en Nome, estrecho de Bering. Se convertía así en el primer español en y confirmado uno de los únicos, 2 mas en el mundo (ninguno la ruta Norte) que han recorrido en solitario y sin asistencia con esquís y a pie las 1049 millas, casi 1700 kilómetros de la Iditarod Trail desde Willow, Anchorage.
Ha necesitado 43 días para recorrer esta inhóspita, dura, blanca y extraordinaria parte del mundo, donde ha disfrutado cada kilómetro de las interminables cuestas arrastrando el trineo con 90 kilos.
Y como muestra el ultimo mensaje de antoni0 “!Esta expedición va por vosotros, Graciasssss!!!! Y luego agregó “Pero esto no es mas que un 50% de mi proyecto 2014…como muchos sabéis en unos meses, y mi cabeza ya esta allí, estaré intentando cruzar el Atlántico a remo y también intentaré el polo sur en solitario”

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LA IDITAROD ALASKA
En 1925 la difteria asolaba la ciudad de Nome. «Nome llamando… Nome llamando… tenemos un brote de difteria… no tenemos suero… requerimos ayuda urgente… Nome llamando… Nome llamando» rezaba el mensaje telegráfico desesperado que atravesó la fría tundra. Esta mítica carrera tiene su origen en este hecho y que motivó que un grupo de hombres y perros en relevos llevara a Nome las 3000 dosis de suero necesarias para salvar a la población. No había otra manera de hacer la ruta que con trineos tirados por perros. Fue el último relevo el que más fama alcanzó, el musher Gunnar Kaasen y sus trece perros liderados por el perro castrado Balto. En esta historia y como suele ocurrir en casi todas, hay claros y oscuros donde dos perros y dos hombres se disputan la gloria de la hazaña. Hablo de los perros Balto y Togo y del musher Seppala y su ayudante Gunnar Kaasen.

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Leonhard Seppala era reconocido en Alaska como el mejor musher y criador de perros de trineo allá a principios del siglo XX. Como criador mantenía una férrea selección donde sólo los mejores permanecían en el equipo de élite, el resto de perros a los que él consideraba peores, eran castrados y relegados a tareas de menor importancia. Togo nació en algún momento de 1915 o 1916, hijo de Suggen el siberiano líder del clan de Seppala y de una hembra llamada Dolly. Fue el único perro de la camada, pequeño, con aspecto de zorro, a veces hosco y según el propio Seppala siempre travieso. Su primer dueño lo devolvió a la edad de los seis meses harto de sus travesuras. Fue regalado esta vez a una señora que quería tener un perro de trineo como mascota pero repetidas veces escapaba volviendo al criadero de Little Creek. Seppala resignado, consintió quedárselo dejando al aún cachorro correr libremente en los largos recorridos que les eran encomendados. El animal, posiblemente por la edad y su espíritu inquieto, molestaba al tiro mordiendo las orejas de los perros y escapando en piruetas mientras era increpado por el musher. Harto de la situación y ante la preparación en noviembre de un viaje a Dime Creek, Seppala ordenó dejar encerrado al animal dentro de una empalizada de más de dos metros y de la cual pasados dos días de su marcha podría ser soltado. Sin embargo en la noche del día que Seppala partió, el perro logró saltar la empalizada quedando enganchado de una pata boca abajo. Una vez suelto, dicen que no reparó en la herida y salió disparado perdiendose en la noche.

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Seppala había acampado en Salomon. Cuando partió por la mañana, creyó que el grupo había captado el rastro de un ciervo pues tiraba con una fuerza inusual. Cuando subió el sol y amainó un poco el viento, vio por delante lo que parecía un zorro corriendo delante de ellos. Sin embargo sus ojos no podían creer lo que estaban viendo, era Togo el que alegre, marcaba el ritmo metros adelante. Sorprendido, vendó la pata del animal y no le quedó más remedio que ponerle un arnés y colocarle en una de las posiciones más atrasadas que es donde se colocaba a los perros más inexpertos. Sin embargo el perro volvió a sorprenderle pues demostró un saber estar y una determinación que le harían llegar a las primeras posiciones al final del día. Tenía tan sólo ocho meses y se convirtió en el líder indiscutible en poco tiempo más. Las crónicas dicen que es posiblemente el perro más viajado, calculandose unos 8.000 km.de recorridos por la fría Alaska. Nunca llegó a pesar más de 22 kilos y sin embargo es el perro que más mito alberga de cuantos han corrido en Alaska. Sin embargo las mieles de la historia serían concedidas por la prensa a Balto, del cual hay una estatua en el mismo Central Park de Nueva York y es quizás injustamente el perro más famoso de la historia.
Aunque inicialmente se pensó en un sólo grupo de perros que recorriera los más de 1.300 km que separaban Nenana de Nome y que tan sólo un musher, Seppala, lo completaría, el comité de crisis que se formó decidió en última estancia salvar la distancia dicha en 20 relevos de musher y perros. Sin embargo Seppala se había anticipado y recorrió gran parte del recorrido pidiendo a Kaaser, que mantuviera un equipo de reserva, ese del que hablaba al principio donde se encontraba el bueno de Balto Seppala recorrió 260 millas, el esfuerzo fue tal que Togo, con cerca de 10 años de edad,q uedó inválido para el resto de su vida. Atarvesaron la parte más dura y compleja de la ruta y por eso hoy en día son reconocidos como los mayores, que no únicos, héroes de tan tremenda gesta. Sin embargo la sociedad y la prensa de la época vio en Balto y Kaaser a los auténticos héroes y durante mucho tiempo fueron los únicos reconocidos. La causa viene dada porque fueron el último relevo que llegó con el salvador suero a Nome. Parece ser que la prensa de la época vio un ejemplo de superación en Balto, un perro castrado por no ser considerado inicialmente apto para la tarea del tiro de trineo. Al parecer Balto llegó como líder después que el verdadero líder se rompiera una pata y tuviera que ser sustituido. Después el imaginario colectivo y la ayuda inestimable de la factoría Disney hizo el resto.
Actualmente los perros que han corrido la Iditarod o los perros usados por el ejercito americano, son acogidos en casas de particulares que ven con orgullo poder dar un final digno y tranquilo a estos pequeños héroes.

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QUIEN ES ANTONIO DE LA ROSA
Antonio de La Rosa ha corrido centenares de carreras de aventura. Si tienen memoria fue unos de los ganadores del Desafío de Los Volcanes en 2005, en 2013 estuvo entrenando en la Patagonia Chilena y recientemente como vimos en esta nota cruzó Alaska a pie.
Este año (2014) tiene planeado cruzár el atlántico en una embarcación a remo de 8 metros, desde Senegal a las Guayanas Francesas en solitario y en Noviembre de 2014 piensa hacer caminando el polo sur desde bahía Hércules al polo.
El cruce del Atlántico le llevará unos 4700 km de remo, en unos 50 días y la logística de navegación le demanda llevar comida liofilizada y fresca, también intentará pescar algo para nutrirse. Llevará una desalinizadoras eléctrica de bajo consumo que funciona con unas baterías con placas solares para poder hidratarse, lleva medios de comunicación como radio vhf y teléfono satelitál por si hay una emergencia o para informarse sobre el clima, tiene intención de remar 12 horas y las otras doce horas dormir o simplemente descansar. Todo va a depender de la climatología si puede remar remará 12, 14 o 16 hs, los días que tenga viento de cola remará más

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«Alaska. Doctor en Alaska es lo más recurrente que escuchas cuando meses antes decidimos ir a Alaska. Sin embargo Alaska para mi se antojaba y así sigue siendo, como una de las últimas fronteras. A ver, fronteras quedan pocas salvo aquellas que nos inventemos aunque yo creo que seguramente haya lugares impresionantes y salvajes en lugares remotos de Rusia y China, el problema es que no existen en nuestro imaginario porque no los hemos podido ver. Somos la generación de las imágenes, hemos crecido con imágenes, tantas que a veces pienso que han condicionado demasiado nuestra imaginación. Me pregunto que imaginaba un explorador de hace un par de siglos ante lugares de los cuales jamás había visto, oído o leído absolutamente nada. Creo, y esto es un pensamiento, que tanta información nos limita, o quizás me limita. No lo se, como decía solo es un pensamiento.
Alaska germinó en mi imaginación gracias a una película con banda sonora incluida. Into the Wild dirigida por Sean Penn y con música de Eddie Vedder. Respecto a Jon Krakauer recomiendo que leán de él en la wiki para que descubrán a un personaje que ha navegado entre ser leñador, montañero, pescador y escritor.»
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Siberianos de Fuego, Hugo Flores

mayo 16, 2020 — by Andar Extremo

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Hugo Flores cría y entrena perros de trineos desde 1991 en el Centro Invernal Las Cotorras en Ushuaia, Tierra del Fuego. Hoy, con 126 perros entrenados todo el año para expediciones o competencias, cuenta con el criadero más grande de Argentina. En Andar Extremo, una entrevista a su creador. Nota en la Revista Andar Extremo 37 Julio/Agosto 2015

Por Andar extremo y Hugo Flores Fotos: Sergio Llamera

En el corazón de Tierra del Fuego se encuentra el mayor criadero de perros de trineo de Argentina.

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Cómo surge tu relación con los perros de Trineos?
Mi relación con los perros de trineo data del año 1986 cuando pude ver los perros polares argentinos, que fueron sacados (para mi echados) de la Antártida. Ellos llegaron a Ushuaia y tuve la suerte de conocerlos en el valle de tierra mayor. En esa época tenía 21 años y pude estar con ellos sin saber que eran los últimos ejemplares. Esta raza la realizaron los veterinarios de Ejército Argentino con cruzas de nórdicos. A partir de razas de perros acostumbrados al rigor de la zona Polar Ártica y luego de 30 años de trabajo, el Ejército Argentino desarrolló una raza para trabajar en las difíciles condiciones de nuestra Antártida.

Cómo eran esos canes?
Austeros, audaces, sumamente inteligentes y de un instinto admirable, estos espléndidos animales recorrieron los hielos desde 1951 hasta que el Tratado Antártico de Protección del Medio Ambiente (TAPMA) firmado en España en 1991 que había decidido que debían retirarse o sacrificarse. Así es que fueron llevados principalmente a Ushuaia y a Uspallata, Mendoza. Desde ese momento quede atrapado por leer sobre expediciones a la Antártida Argentina y comencé a leer libros de expedicionarios como “Atrapados en el hielo”, expedición irlandesa de Ernest Shacketon y 27 tripulantes. También leí sobre los primeros hombres noruegos en llegar al polo sur con perros nórdicos y, la catastrófica expedición del inglés Scott quien muere en el polo sur con sus tripulantes. Desde ese momento quede fascinado con los perros nórdicos y saber más de ellos, pero lo tenía que llevar a la práctica.

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¿Cuánto hace que tenés criadero?
En realidad me regalaron un ejemplar Siberian Husky y fue llamado Yagan, nombre aborigen de esta tierra. Con él jugábamos con mis hijos en la zona norte de Río Grande en un trineo de madera para chicos. Mis hijos varones tenían 7 y 5 años. Desde 1991 estoy criando siberianos, hace 23 años comencé con ellos en la isla de Tierra del Fuego.

¿Cómo te iniciás en el mundo de las competencias?
En ese tiempo era empleado de un banco muy reconocido de aquí, y en mis tiempos libres me dedicaba a correr en un descampado junto a mi Siberian Husky tirando un trineo con mis hijos arriba. Era mi pasión jugar con ellos y ver la alegría de esta bestia que gozaba correr y empujar. Vi una raza audaz, noble, y muy compañera de mi familia. Desde allí comencé a rescatar perros en Río Grande, junto a mis hijos tomábamos perros de la calle q tenían aspectos de nórdicos y en realidad eran Siberian Husky perdidos o abandonados. Algunos ejemplares eran de gente conocida y se los pedía para que tiraran de un carro con rueda (invento mío) que llevábamos a la playa y en la arena seguíamos con juegos. En ese momento era el único que hacia ésta actividad y fui invitado a la carrera del fin del mundo que se realiza en Ushuaia, en los valles donde se encuentran los centros invernales. Desde allí, en 1998, comenzaron mis carreras en trineo. Mis siberianos eran y son tan bellos que fueron elegidos para la tapa de anuncio de la carrera, como así de una marca de comidas para perros que nunca recibí ni una bolsa.

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¿Cuál es la cantidad máxima de perros que tuviste?
En la actualidad tengo el criadero más grande de perros de trineo, tengo 126 perros. (140 perros en mayo de 2020)

¿Cómo es tu relación con cada uno de los perros?
La relación es muy personal y muy cercana. Al margen de que siempre tuve la jauría más grande de Sudamérica, elegí vivir con ellos en un valle mágico, alucinante, tan bello como salvaje. Turistas de todo el mundo vienen a verlos, ya que ellos son muy conocidos. La relación que me une es de nobleza, y a la vez de descubrimiento de su potencial como líder de equipo o como perro de resistencia. La relación es muy estrecha, es de segundos, minutos y horas juntos, creo que saben también de mi pasión por ellos.

¿Qué tiempo le dedicas diariamente?
Desde las 8 de la mañana a las 6 de la tarde, es muy cerca el trato debido a su limpieza, hidratación y alimentación pero a veces se alarga. Como es una jauría grande algunos necesitan más atenciones, como también si hay hembras con crías o cachorros en crecimiento o en juegos de entrenamiento libre. Prácticamente el tiempo es todo para ellos.

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¿Qué actividad realizan los perros diariamente para estar en forma?
Ya desde su cruza, debido a que llevo años criando, tengo una línea de perros Siberian Husky muy fuertes y nobles y también otra línea de perros denominados Alaskan husky o Alaskanos, estos en realidad son mestizos debido a que poseen sangres de perros nórdicos pero fueron cruzados con perros de caza o lebreles para lograr más velocidad en las carreras o más atención. Ellos pueden levantar velocidades desde hasta 35 kms x hora. La edad recomendable para que un perro de carrera de trineo logre un buen rendimiento es a partir de los 2 hasta los 9 o 10 años, aunque depende de las competencias y exigencias que hayan tenido durante su desarrollo. La edad óptima donde el perro tiene una madurez mental es a los 6 años de edad, pero depende mucho de las técnicas de entrenamiento, alimentación, afecto y exigencias.
En cuanto a los entrenamientos cada competidor utiliza sus criterios, en mi caso utilizó una rutina comenzando con 3 km en verano, en donde coloca 12 perros en el tiro y se hacen trayectos cortos pero rápidos, luego se van agregando de a 2 km por día. El plan que usa es de 4 días de entrenamiento por 3 días de descanso. A medida que van progresando se les va agregando más kilómetros hasta llegar a 25, tratando de hacer esta distancia en una hora. El entrenamiento prosigue cuando al caer la nieve se coloca el trineo, es donde ya el equipo desarrolla una sincronización de paso y velocidad, la cual será aplicada en la carrera. Una estrategia que utilizo es entrenar de noche debido a que los perros corren más concentrados pudiéndose lograr resultados muy significativos.

¿Hacés salidas con turistas?
Sí, es mi trabajo diario, formo equipos de 7 a 12 perros según las condiciones del suelo. Si hay mucho hielo pongo menos perros y llevo dos personas. Si hay mucha nieve pesada coloco más perros. Esto también está relacionado con el equipo que tengas además de su entrenamiento, y también influyen tus accesorios, como los arneses que se les coloca, cables super resistentes y un trineo que se aguante golpes en el hielo como derrapes. Las salidas son nuestro sustento, tenemos que trabajar organizados y logar buenos objetivos que tienen que ver con la nutrición de ellos, como así el buen trabajo en equipo para logar un atractivo para los turistas que son muchos en la época de invierno en trineo y también en verano. Soy el único que hace esta actividad debido a que mis perros nunca paran, con un carro con rueda doy un recorrido mas corto para que no pierdan su estado y sus músculos estén tan bien oxigenados como elásticos. También es buena época para entrenar perros jóvenes que no pudieron tirar trineos en invierno con turistas por estar en desarrollo de estructura ósea.

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¿Realizás travesías personales con los perros?
Las travesías las realizamos personales o con alguna producción de documentales. Tenemos mucho trabajo y debemos generar el sustento diario para poder sostener a todos ellos. Las travesías nocturnas son con grupos de 6 turistas y constan de un paseo nocturno sorteando dificultades en el valle. No lo hago masivo.

¿Qué proyecto tenés para el futuro?
Formar nuevos valores perdidos respecto a la juventud y a los niños. Debido a que la vida está cada día más rápida para todos, trato de mostrar mi actividad a los jóvenes para que sean responsables con sus animales y con los animales que no son de su familia. También comparto espacio de mi tiempo con chicos especiales, y chicos con problemas sociales. Sería importante recibir apoyo de algún sector para formar una escuela y proyectarse con los niños a que conozcan diversidades de actividades con perros, perros de trineos, perros guías para niños ciegos, perros rescatistas, perros de terapia. Esto lo hago con mi voluntad, y mi equipo de ayuda q tengo, no recibo nada de dinero de ningún sector y sólo genero todo esto en base a el trabajo diario que es eterno. También está en mi mente poder salir a correr una carrera afuera. La última la hice en Canadá Quebec en el año 2010 pero desde los cambios económicos de mi país se me imposibilita salir, debido a tantas trabas. Es complicado transportar una docena de perros y conseguir ayuda para dos colaboradores. Nuestros viajes al extranjero se hicieron sólo con aportes de nuestro bolsillo y a pesar de eso, en los campeonatos que participamos estuvimos en los podios en Bélgica, Canadá, Perú y Chile.

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LOS PERROS DE RESISTENCIACOMO MODELOS PARA AUMENTAR EL RENDIMIENTO DE ATLETAS HUMANOS
A veces los perros son el modelo. Mike Davis, un veterinario de EUA, ha estado siguiendo y estudiando los perros de Aliy Zirkle y Allen Moore, tomando muestras sanguíneas y biopsias de musculo.

Para qué?
Parece increíble pero la Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación de Defensa DARPA estaba muy interesada en mejorar el rendimiento de sus soldados sobre todo en cuanto a resistencia y capacidad de recuperación y por una serie de estudios previos se dieron cuenta que en el mundo de las carreras de larga distancia para perros podrían tener la solución. Actualmente se están dedicando más de 1,5 millones de dólares a este proyecto.

Es descabellado?
Un perro de trineo bien entrenado tiene un máximo VO2, una medida para captar y usar el oxígeno de 200 (mililitros de oxigeno por kilo de peso por minuto). Lance Amstrong en¨ su mejor momento¨ daba una medida de 85 y se le consideraba un superhombre. Estos Alaskan Husky pueden mantener su VO2 al 50 % durante varios días, el equivalente a trabajar con el corazon de Lance Amstrong en un puerto de montaña pero durante horas y horas…

Dónde está el secreto de estos animales?
Tienen varios:
1. el metabolismo de las grasas es en ellos muy eficiente. La grasa en sí produce mucha más energía, casi el doble que los hidratos de carbono. Además no genera tanto calor residual con lo cual se evita el sobrecalentamiento durante el ejercicio. Una dieta de un 60% de grasa en un humano lo mataría en poco tiempo. A ellos no.
2. el corazón aumenta sin problemas hasta el 50% después de unos pocos meses de entrenamiento constante
3. el número de mitocondrias en el musculo de las mejores líneas de perros es un 70% superior al de cualquier persona y un 50% mayor que en los animales no entrenados.
4. son tremendamente sensibles a la insulina, necesitan muy poca para mantener estables los niveles de glucosa en sangre. Esto es vital para un órgano muy importante: el cerebro.
5. reparan los tejidos dañados desde microlesiones musculares hasta ulceras gástricas a una velocidad muy superior a nosotros, aún en ambientes de estrés.
6. Son capaces de desviar el flujo sanguíneo hacia los músculos y cerebro retirándolo en gran parte del resto de vísceras. Eso es lo que nos pasa a nosotros en momentos de estrés muy intenso. La diferencia es que ellos pueden mantener esa situación durante días mientras que nosotros si la mantenemos más allá de unas pocas horas pasaríamos a necesitar hígado nuevo, riñones….

Ha llegado a algún avance el DARPA?
Ya se han materializado lo que llaman los ¨entregables¨ desde una flavonoide vegetal que aumenta el número de mitocondrias en el músculo llamado Quercetina, hasta un sistema de refrigeración para los soldados fabricado por Avacore.Technologies.
Esto resulta muy interesante incluso para la industria farmacéutica, ya no sólo para mejorar la resistencia a la fatiga y la autoreparación, sino para entender el mecanismo de enfermedades tan frecuentes como la diabetes o las lesiones cardiacas.

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SIBERIAN HUSKY Y ALASKAN HUSKY
Los Siberian Husky originarios de Siberia del Norte, probablemente desciendan del lobo. Esta raza fue desarrollada por una población emparentada con los esquimales, los «Chukchis». En 1909 se introdujo en Canadá para participar en carreras, aunque el primer estándar data del año 1930, fundándose el primer club americano en 1938, siendo reconocida la raza en 1966 por la FCI (Federación Canina Internacional). En nuestro país, ingresan a la isla de Tierra del Fuego en el año 1982, adaptándose perfectamente en esta zona por su semejanza al clima original.
La otra raza es el Alaskan Husky, originario de Alaska, EE.UU. Su origen se remonta a principios del siglo XX cuando los conductores de trineos de Alaska, los «Mushers»: realizaron el cruzamiento de perros indios locales con perros deportivos de diversos orígenes Es uno de los perros más resistentes y con más performance del mundo, teniendo una participación de más del 90% en las competencias. El Alaskan Husky mide entre 45 y 55 cm y su peso va de 18 a 26 kg. La velocidad que llegan a alcanzar en las carreras es de 25 a 27 km/h. A pesar de ser muy costosos la mayoría de los participantes se inclinan por estos ejemplares, pues aunque es un perro más liviano y estilizado con una contextura muy atlética, desarrollan un trabajo espectacular, siendo un gran corredor y superando ampliamente al Siberian Husky por su velocidad. Esta raza ingresa a Tierra del Fuego en el año 1993 con la llegada de competidores extranjeros.

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AYUDA A SIBERIANOS DE FUEGO
Mi criadero denominado SIBERIANOS DE FUEGO, sólo recibe 20 bolsas de alimento a través de Nestlé Purina Propalan, pero se necesitan 65 mensuales de 21 Kg. Si deseas colaborar contáctate con nosotros. Adopta un ejemplar y lo publicamos junto a tu Facebook
Apadrina un perro de Ushuaia con tu depósito en Cuenta: caja de ahorro N° 80017350, Banco Provincia, Tierra del Fuego N° de CBU 2680000611202800173504 TU CONTRIBUCIÓN ES PARA CUBRIR GASTOS DE NUTRICIÓN DE SIBERIANOS DE FUEGO
Estamos ubicados en el Km. 3017 de la ruta nacional N° 3 en centro invernal LAS COTORRAS, con el nombre del el criadero SIBERIANOS DE FUEGO. A metros del cerro castor, centro de ski alpino, USHUAIA, TIERRA DEL FUEGO ARGENTINA.

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AireNieve

Snowkite, San Martín de los Andes

enero 6, 2020 — by Andar Extremo

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A 20 Km de San Martín de los Andes, se encuentra el centro invernal Chapelco, increíble lugar donde se llevó a cabo un encuentro de Snowkite. En una entrevista para Andar Extremo, Diego Duverges nos cuenta su experiencia.

Entrevista Juancho Ibañez a Diego Duverges para Andar Extremo, fotos Juan Cruzzg

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Cómo surgió el Snowkite y quién lo creo?
Surgió antes que el Kitesurf, entre estadounidenses y franceses. Ellos hacían parapente y empezaron a cruzar el kite con el esquí. Alemania, Suiza y EE. UU, se podría decir que son los precursores. El Kitesurf ayudó mucho a desarrollar el Snowkite en lo referente a equipos, por ejemplo. En Europa es donde más se practica Snowkite por que tienen rutas a mucha altura, y tienen facilidades a los accesos.

Cómo se te ocurrió hacer Snowkite?
Soy instructor de Kitesurf desde hace más de 15 años. Me encanta la montaña. Antes trabajé en Las Leñas y siempre me gustaron los deportes de invierno. Luego me vine a trabajar a San Martín de los Andes y practiqué Snowkite por mi cuenta, hasta que dije: qué bueno sería contar con este servicio en el Cerro Chapelco. Así empezó todo.

Por qué elegiste el Cerro Chapelco para hacer esta actividad tan novedosa?
Porque el acceso es fácil. Llegás por un medio de elevación, y los del Cerro Chapelco son los más aptos y modernos. Además, podes venir a esquiar y si hay viento te pasas a kitear.

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Cuál es la diferencia con el Kitesurf y para quién está orientada esta actividad?
La diferencia con el Kitesurf es que acá tenés la montaña, con lo cual tenés un desnivel. Por eso digo que es como navegar en 3D. Lo más importante es adaptarse a la pendiente y leer los vientos. La clase está orientada para cualquier persona que tenga ganas de probar algo novedoso y divertido. Además, en la nieve no te hundís como en el agua, con lo cual lo hace más fácil. Cambia si nos vamos a una pendiente más pronunciada. Si uno viene practicando Kitesurf, la progresión es más fácil para pasarse al Kitesnow y lograr surfear la montaña de manera más fluida.

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En qué consiste el evento que están organizando en el Cerro C4, y cómo nace la idea de armarlo?
Es un evento que surgió con dos amigos, el Chompi y Nico. Los tres somos fans del Kite, y descubrimos este desierto de nieve a 2000 m de altura, muy cerca del Cerro Chapelco. El lugar es alucinante y las condiciones perfectas, porque la orientación de la explanada es una orientación de frente al oeste y acá los vientos de la Patagonia son predominantes del oeste, además son 800 hectáreas y siempre hay nieve por la altura. Como el acceso es difícil, pensamos llevar gente en helicóptero al C4 gracias al apoyo de sponsors como Corona.

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¿Cómo ves el Cerro Chapelco en relación con el espacio, seguridad, calidad de medios y atención para la práctica de Snowkite?
Chapelco está premiada como la mejor estación de esquí de Latinoamérica. En seguridad, calidad de medios, personal. Siempre está nivelando para arriba en todo sentido. Por eso lo elegí. La zona de Snowkite es como un Wakepark porque tiene todas las variables. Es ideal… podés volar, esquiar. Es una zona de entrenamiento. Después, la idea es ir a esquiar montañas enteras como el C4.

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También hacés Kitesurf en Buenos Aires?
Me dedico a esto. Soy Profesor de Educación Física en San Isidro, y tengo mi escuela de Kitesurf orientada al deporte y al ambiente familiar. Cuando termina el verano, organizamos un viaje al Caribe. En invierno me vengo a Chapelco.

Cuál es la diferencia entre el Snowkite y otro deporte de invierno?
Es un deporte invernal nuevo. Sentir que podés subir una montaña con viento es una sensación increíble. ¡Poder hacerlo es literalmente alicinante!

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Por qué elegiste San Martín de los Andes para hacer tus temporadas de invierno?
Llegué a través de un amigo que tiene un local muy conocido de venta de productos de esquí y montaña en San Martín. Ahí la descubrí. Me gusta… el respeto en el tránsito, su gente, la estética de pueblo de montaña, la arquitectura del casco histórico. Siempre digo que tengo mi familia invernal acá. Y vuelvo a destacar que al trabajar en el Cerro Chapelco, siempre veo que tiran para adelante. Siempre hay novedades. ¡Eso me gusta!

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Carreras de aventuraNieve

CORRER 100 KM EN LA ANTARTIDA, CRISTIAN GORBEA

febrero 8, 2017 — by Andar Extremo

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Un relato con todos los condimentos de una de las carreras más duras del mundo por las condiciones climáticas. El 20 de enero se corrió esta ultra distancia en medio de temperaturas de 20 grados bajo cero. Sólo diez participantes se hicieron de la prueba. Cristian fue el único y primer argentino en la competencia marcando un tiempo de 17 horas 20 minutos. Para muchos conocido y para algunos no, protagonizó en 2010 una historia de supervivencia donde quedo en una repisa al borde del precipicio en Córdoba por 42 horas.

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El frío manda y se apodera de todo. La ropa técnica sigue mojada y siento chuchos en todo el torso, pero son los dedos de la mano derecha los que se llevan la peor parte. Están entumecidos. No puedo moverlos sin sentir dolor. Los dos pares de guantes apenas logran protegerme. El doctor en la base nos contó la historia del brasilero que en la edición anterior se sacó los guantes para grabar con la GoPro y en solo dos minutos se le congelaron tres dedos. ¿Y entonces, qué pasa si no entro en calor? La única manera que tengo de combatir el frío es continuar trotando para que el cuerpo gane temperatura paso a paso. Unos momentos antes me había detenido en el Puesto de Control para comer algo y tomar agua tibia. Me enfrié al quedarme quieto solo unos pocos minutos. Hacen veinte bajo cero y sopla el viento. Estoy en el kilómetro 75 y aún faltan 25 para llegar a la meta. Acelero un poco el ritmo y braceo con fuerza, llevando los codos bien atrás y con movimientos rápidos. A los pocos cientos de metros recupero el calor y las ganas de terminar la carrera.
Me encuentro compitiendo en los 100K de la Antarctic Ice Marathon. Es un evento organizado por Richard Donovan, irlandés de acento cerrado (al punto tal que me cuesta creer que está hablando en inglés), economista y sobre todas las cosas un visionario que armó circuitos en lugares remotos e increíblemente bellos como el Polo Norte y la Vulcano Marathon en Chile. En la Antártida se asocia con la Antarctic Logistics and Expeditions, una Compañía americana que ha armado un circuito de “turismo salvaje” por llamarlo de algún modo, con ascensos al Monte Vinson (el más alto de Antártida) travesías al Polo Sur, a pinguineras y tantas otras. Han montado una base en lo profundo del continente blanco, bien lejos de la costa, en el paralelo 80 (el mundo termina en el 90), 1800 kilómetros al sur de la Base Marambio y a sólo 1000 kilómetros al norte de la base Amundsen Scott, el punto más austral del planeta. La base se llama Union Glacier y provee asistencia, logística y rescates. Opera en un lugar relativamente seguro en medio de un glaciar que tiene vida propia.
Los glaciares, explica Tim, el Jefe de Seguridad, hay que pensarlos como un río congelado que se mueve a la velocidad de 25 metros por año. Esos movimientos producen fracturas en el hielo que se convierten eventualmente en grietas profundas y peligrosas. Todo el campamento está rodeado de banderas negras señalando los límites permitidos para caminar. Tim identifica las zonas de riesgo a través de imágenes satelitales infrarrojas que detectan el hielo fracturado bajo la superficie. La Base funciona sólo de noviembre a febrero ya que el resto de los meses es inhabitable. Las temperatura descienden con fiereza y la falta de luz hace inoperable los aterrizajes. Cuentan con una pista natural de hielo azul de ocho kilómetros de largo, compacto como el asfalto pero resbaloso como jabón. Permite el aterrizaje de aviones de gran porte que abastecen la operación y llevan pasajeros desde y hacia el continente. Los pilotos son rusos y son los mejores entrenados del mundo. Irlandeses, americanos y rusos, aliados para crear aventuras únicas en uno de los lugares más inhóspitos y bellos de nuestro planeta.

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En pleno vuelo hacia la Antártida, Richard avisa en su inglés cerrado que se abrió una “ventana climática” y que la carrera largará a las 21.30 de ese mismo día, a horas apenas de aterrizar. No sé si reírme o llorar. Fernando Gonzalez, asturiano de 42 años, compañero de carpa y gran corredor me convence que es lo mejor que nos puede pasar. “Si corriéramos mañana no descansaríamos bien por la ansiedad”, reflexiona. Creo adivinar que también lo dice para tranquilizarse él mismo.
Al salir del avión carguero ruso, un viejo Illyushin cuatrimotor, mitad pasajeros, mitad carguero, con una gigantesca “rueda de auxilio” en el medio de la cabina, el frío nos golpea con la fuerza de todos los inviernos juntos. Frío seco, penetrante y duro a pesar de la inmensa campera naranja que nos obligan a poner aun en pleno vuelo. Las botas antárticas pisan el suelo azul de la pista, rodeada de inmensas montañas plenas de nieve. Alzo la vista y a pesar que el viento gélido parece atravesar mi cara, me maravillo con ese paraíso helado.
Nos transportan al campamento distante unos 8 kilómetros en unas gigantescas 4×4 y luego de las explicaciones de cómo funciona todo, nos vamos a la carpa, un domo en el que puedo entrar parado, con dos camas, bolsa de dormir para -40°, una mesa de luz y…una almohada. Me visto con zapatillas de trail con buen agarre en la suela, dos pares de medias, calza térmica y cubrepantalón impermeable, primera capa del torso con lana merino, luego un polar y encima una campera de goretex, dos pares de guantes, buff, balaclava (pasa montañas polar) y antiparras. Llevo caramañola con líquido, geles y barras. Parece mucho pero es apenas un poco más de lo que llevamos en carreras de montaña. Siento un poco de frio pero eso está bien. Hay dos riesgos con la vestimenta: salir con poco o salir con mucho. Ambas son malas y los corredores en general pecan por lo segundo. Se abrigan de más, comienzan a transpirar y en ese clima tan hostil, con un poco de viento la traspiración se convierte en hielo en pocos segundos. Luego ya no hay chances de recuperar calor corporal.

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La Antártida es un territorio muy especial por muchos motivos, uno de los cuales es que en verano el sol no se pone. Las noches son blancas y el reflejo de la nieve hace que la noche estalle de luz. A las 21.30 del viernes 20 de enero, apenas seis horas después que arribamos, con más preguntas que certezas, diez corredores de todas partes del mundo nos encontramos en la línea de largada de la ultramaratón más austral del planeta. Es la primera vez que la corre un argentino.
¿Qué se siente en ese momento? Que estoy viviendo un sueño, me siento inmensamente afortunado de estar allí, aun con las incógnitas que deparan el clima y terreno, con ansiedad, deseo y muchas ganas. Estoy profundamente agradecido. Había entrenado muy duro los últimos meses bajo la instrucción del profe Marcelo Perotti y mi mente está enfocada en terminarla. Es apasionante entender cómo funciona nuestra cabeza: en esa línea de largada, me programo para correr 100 kilómetros, ni uno más ni uno menos. Dentro de cada corredor se activa una especie de medidor de energía que va a administrando el esfuerzo para llegar a completar la distancia. Funciona a un nivel primitivo, casi biológico.
Contamos 3 2 1 y largamos. Salvo Fernando, mi compa de carpa y el belga Kurt que toman la punta a un ritmo endemoniado, el resto decidimos largar a un ritmo suave y sostenido. Yo nunca había corrido en nieve ni con temperaturas tan bajas por lo que quise dar las primeras vueltas en “modo reconocimiento” a unos 6:45 los mil metros. La nieve es como la arena mojada de la playa, con la diferencia que debajo, a pocos centímetros se encuentra hielo duro como cemento. La sensación es que te hundis un poquito pero enseguida se siente el golpe contra el fondo.
Armamos un pelotoncito entre un americano, un francés, Richard (que la corrió) y un atleta no vidente chino con su lazarillo, Jennifer, la única mujer de la carrera. Más atrás quedan dos ingleses.
La seguridad es provista por los guías del campamento que nos cuidan de cerca, pasando en sus motos de nieve. En el puesto más alejado, además de líquido y comida, ponen una carpa con una bolsa de dormir y una radio por si alguien tiene problemas y quiere esperar el rescate allí. El circuito es de diez vueltas de diez kilómetros cada una, con dos PCs para reabastecer. Mis primeras cuatro vueltas son muy parejas, pero eso iba a cambiar muy pronto.

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¿Por qué correr en Antártida? Desde que era chico me encantaba escuchar historias de allí y quedar fascinado con esas fotos de gente con enormes camperas naranja infladas, las botas gigantes y lentes bien oscuros. En todas esas fotos la gente sonreía y yo creía adivinar una energía especial en ese lugar.
De más grande me interesé por las historias de los exploradores de principios del siglo XX, como la carrera por llegar al Polo Sur entre Amundsen y Scott, la epopeya de Shackleton, también más acá en el tiempos las travesías de Messner en ski y tantas otras. Siempre quise ir allí y siempre me parecía un sueño lejano.
El día de mi cumple, en septiembre del año pasado mi hijo me preguntó: “Pa, irías al Everest”? Yo lo pensé un poco y le contesté:
– “Me encantaría, pero es tanto tiempo y tanta plata que no creo que lo pueda hacer”
– “Y dónde irías..? insistió él.
– “A la Antártida!”
– “Y por qué no vas?
Esas cuatro palabras detonaron en mi cabeza y despertaron el sueño. Sólo tres meses después me encontraba a bordo del Ilyushin ruso volando sobre el Pasaje de Drake, hacia Union Glacier junto con corredores de todas partes del mundo. Correr y estar en la Antártida, todo al mismo tiempo. La vida cada tanto puede tornarse una hermosa aventura.

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Empezando la quinta vuelta siento las piernas pesadas y el cuerpo vacío, La mente vaga por diversos lugares, ninguno muy acogedor. Esa es la señal de que algo anda mal y hay que repararlo. Me vengo alimentando con geles y barras que se congelan y para poder comerlos, debo ponerlos dentro del guante para que se calienten. En las paradas como salado, tomo café y agua. La Antártida hay que pensarla como un desierto helado y seco. Cuando corres en esas condiciones es difícil darse cuenta de que te vas deshidratando. La mayor parte de la humedad la eliminamos por la boca, a través de la respiración. Yo no lo había notado pero no estaba tomando suficiente líquido, y el agua que me daban era de nieve derretida, que es como tomar agua destilada, no hidrata. Cuando me doy cuenta de esto, meto sales y electrolitos en la bebida y el cuerpo comienza a recuperarse. Al poco tiempo puedo volver al ritmo que quería ( ¡o podía!) aunque más lento del de las primeras vueltas.
Dado que éramos solo diez competidores, enseguida nos dispersamos y el 90% de la carrera la hago solo. Lo que más me impresiona del entorno es el profundo silencio. No hay aves que graznen, el viento no choca contra ningún obstáculo por lo que no hay ruido, sólo el “crunch crunch” de mis pisadas. El terreno por donde corremos es una inmensa planicie rodeada de montañas profundamente nevadas que parecen estar cerca, pero nos separan unos cuantos kilómetros.
El circuito es una especie de triángulo en donde en una de las puntas está el PC de la base, con voluntarios que colaboran y enfrente el otro, el de supervivencia. Uno de los tramos, el más largo, de 5K termina en un paisaje sin montañas, por lo que cada vez que paso por allí veo la inmensidad misma e imagino los exploradores que partían hacia el Polo Sur sin más compañía que sus trineos con carpa y víveres.
¿Qué pienso mientras corro? Una ultra hay que acortarla en tramos, es demasiado larga para pensarla “de un tirón”. Divido el circuito en tramos: de la largada al “arbolito de navidad” (una referencia en una curva), desde allí hasta el PC de supervivencia, de allí a la curva, luego la pequeña pendiente, la curva del aeropuerto, la otra curva y el arco de llegada. Eso, por 10 veces. El que más cuesta es un tramo de 3K en donde se divisa la carpa de supervivencia, pero al avanzar, ésta parece alejarse.
A partir de la sexta vuelta comienzo a sentir molestias en la pierna izquierda, en el cuádriceps y tobillo. Va y viene el dolor, pero es tolerable. Siento también la incipiente señal de una ampolla en el pie izquierdo y pienso en parar a curarme (y enfriarme) o seguir avanzando e ir controlándola. Me la juego y no paro. En un ultra siempre algo va a doler, entramos en una zona de “disconfort semi bancable”, en donde el cuerpo se queja y debemos tener control sobre la mente para que no sea cómplice y no agrande la situación. ¿Cómo no va a doler algo si estamos llevando el cuerpo al límite y tal vez un poco más allá? Ya habrá descanso, pensamos, pero ahora dame un poco más. No paremos. ¡Vamos! Hasta el arbolito de navidad y luego un poco más. Como el burro con la zanahoria, el corredor sabe que la meta se va a hacer desear, que va a parecer imposible, que nos vamos a poner todas las excusas ( en la cuarta vuelta lamentaba que no fuera una maratón!) . Sufritamos. Sufrimos y disfrutamos, al mismo tiempo.

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Si no nos preguntamos “Qué c… estamos haciendo acá”? quiere decir que estamos en la carrera equivocada. Conocerse es la clave, saber que el dolor va a pasar, que todo se termina. Lo malo y también lo bueno. Cabeza fría y corazón caliente.
Al cuerpo lo entrenamos de modo específico al correr. A la mente ¿cómo la entrenamos? Supongo que al lidiar con los pequeños o grandes problemas que nos toca enfrentar en la vida cotidiana, en las decisiones que tomamos, en sentir nuestra propia presencia. La mente se entrena también fuera de las pistas haciéndonos dueños de lo que nos pasa.
Tener control de la carrera es saber en todo momento en qué condiciones nos encontramos. Llevo la cuenta de las vueltas que voy dando y me quedan dos para el final. Cuando entro en la tienda a comer algo de pasta caliente uno de los fotógrafos me dice “Bien Cris, te queda una”. “No, le digo me quedan dos”. El insiste en que es una y le pregunta a otro, que también afirma lo mismo. Yo estoy seguro que tengo dos por delante y cuando le pregunto al control me lo confirma. Hubiera sido devastador creerme por unos momentos que solo faltaban 10k cuando en realidad faltaba el doble. Hay que estar concentrado y en control de la carrera, lo más posible para evitar los golpes psicológicos que pegan peor que la falta de sales y electrolitos en sangre.
El control además me dice que vengo cuarto y que detrás de mí, muy cerca, viene Joel, el americano. Eso me da un golpe de adrenalina para seguir empujando y poder completar una buena novena vuelta (buena a esa altura es a unos 10 minutos el k). Nunca camino, siempre meto un trotecito aunque sea muy tranqui.
Llego a la última vuelta, la del honor, con el americano a solo 20 minutos. Esa vuelta es tremenda, porque ya no tengo energías en las piernas, sigo adelante sólo con las ganas de terminarla y claro, en lo posible mantener el puesto! No me doy vuelta ni una vez para ver por dónde viene, pero me lo imagino cerca, para no aflojar. Ultimo esfuerzo! Faltando dos kilómetros me pongo a llorar, se me nubla la vista y entro como en un sueño. Lo estaba logrando. Faltan 500 metros, ya escucho los aplausos y los gritos de los que estaban esperando allí. No paro de sonreir, de respirar profundo, de sentir el sueño cumplido.
Luego de 17 horas y pico, cruzo la meta en la ultramaratón más fría del planeta sintiendo dentro de mí el cariño de todos los que apoyaron a la distancia, de los que pidieron, de los que tiraron la mejor onda. ¡Familia, amigos, compas de correrayuda, mil gracias!
Estas carreras no se corren solo.

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CRUCE DE GROENLANDIA, PRIMER ARGENTINO

diciembre 1, 2016 — by Andar Extremo

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Mariano Curiel nació en Hurlingham hace 35 años y por casualidades de la vida se metió en el mundo de las expediciones polares. En mayo se convirtió en el primer Argentino en cruzar Groenlandia a pie en una expedición que le llevó 26 días en esquí y trineos, recorriendo 564 kilómetros con vientos de 140 km/h y temperaturas inferiores a -35 grados, junto a 5 expedicionarios de otras partes del mundo. Nota de la Revista Andar Extremo n° 42.

por Andar Extremo entrevista a Mariano Curiel (fotos Mariano Curiel)

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Junto a su amigo sueco David Berg, la guía noruega Moa Hundred, el inglés Chris Lambert y las alemanas Adelinde Trixly Christine Huber, emprendieron el 14 de mayo pasado desde el fiordo de Kangerlussuaq, 318 km al norte de la capital Nuuk , el cruce de Groenlandia. El grupo, de entre 23 y 55 años, llegó a su meta en el pueblo de Isortoq, a orillas del estrecho de Dinamarca -unos 100 km al sur del círculo polar, el 8 de junio, en plena primavera boreal. En 1888 el aventurero noruego Fridtjof Nansen, en 42 días, fue el primero en abrir esa ruta en la latitud del círculo polar.

Cómo surge tu relación con las actividades en zonas frías?
Fue de casualidad, a los 23 años trabajaba en una empresa de marketing deportivo y estaba cansado de ese mundo, quería viajar… de rebote terminé en una embarcación rusa que buscaba gente para la parte de hotelería y salía de Ushuaia, sin saber que iba a llevarme con destino a la Antártida. Cuando llegué a esa masa de hielo me enamoré. El barco manejaba expediciones, cuando vi ese mundo dije:- “listo esto es lo que buscaba”. Sabía manejar veleros, siempre estuve relacionado a la náutica, entonces fue fácil comenzar a trabajar con expediciones. Cruzábamos el pasaje de Drake y allí tuve los primeros contactos con ballenas, pingüinos, y quedé fascinado. Eso fue un verano y ya en junio me habían contratado para trabajar en el Ártico. Pasó de ser una aventura a ser parte de mi vida.

Cuándo surgió la idea de hacer travesías en estas zonas?

En realidad fue desde que me mudé a Bariloche que data de unos cinco años que me introduje en la montaña y comencé a caminar por esos lugares. En La Antártida había hecho cosas en hielo pero de un día, salía y volvía al barco.
Así fue que en uno de los viajes al norte hice una caminata de tres semanas por la Costa Este de Groenlandia cerca de Kulusuk. Fue en 2014, realizamos esa travesía implementando el mismo sistema de expedición con esquíes, trineos, carpas y la misma rutina diaria entre arroyos, fiordos y glaciares, pero con un nivel de exigencia menor en lo que respecta a lo físico. Habíamos hecho 250 km y la idea era entrenar para el cruce total. Hasta ese momento era difícil una expedición de ese tipo, dado que tiene costos muy elevados y los permisos son imposibles, así que teníamos que ver cómo hacíamos para engancharnos en alguna expedición. Desde el 2015, por el hecho que hubo accidentes y dos muertes, necesitás un permiso especial que se lo dan a gente que ya haya realizado un cruce. Aunque seas guía profesional, no te dejan, y ahí fue que contactamos a Moa, una chica noruega que podía sacar el permiso. Este año, en enero en Antártida, mi amigo David Berg me comentó la posibilidad de participar en esa expedición. En febrero confirmé. En marzo volví a Antártida y luego tuve un mes para entrenar.

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Te adaptás al frío, aparte de usar la ropa adecuada?
Sí, me adapto, aparte la ropa que se utiliza hoy es muy técnica, de muy buena calidad. Hoy en día tengo más tolerancia al frío y también mentalmente aguanto más sin ponerme nervioso, porque una cosa es el frío que te molesta y otro cosa es el que causa hipotermia o congelamientos…uno va aprendiendo a darse cuenta antes de que pase algo peor. Esto requiere de entrenamiento para el reconocimiento del peligro. Lo que uso desde siempre para andar, es primera capa merino Lepau que es muy buena, de muy buena calidad….es de nuestra oveja patagónica, no te mojás, no larga olor al no ser sintético. Después, goretex tricapa respira muy bien, si tenés calor te abrís, es ideal para viento, lluvia o si nieva mucho. Lo que se buscás es estar seco. Estas dos prendas son, para mí, lo mejor para este tipo de expediciones. Cuando la temperatura es menor a -15º también me pongo un chaleco, como los de plumas pero de material sintético. Por último, me pongo la campera de plumas cuando se frena a comer, y me cambio los guantes por unos más gruesos para descansar o armar el campamento. Para las piernas uso lo mismo. En los pies, primera capa medias de compresión para facilitar la presión en las piernas, después unas bolsas plásticas para evitar la transpiración y mojar la bota y arriba medias de merino gruesas. Los borcegos son especiales para expediciones nórdicas, son de cuero forrados con goretex que incluye polaina hasta casi la rodilla y se une a la suela.
Para las manos, 5 pares de guantes que los iba cambiando según la situación del viento. Primero, una capa de lana merino o sintético bien fino. Luego manoplas de polar que se le quitan los dedos por si quiero hacer algo. Guantes de cuero, los comunes de obrero, que los engraso para impermeabilizar. Los días que hace más frío, guantes de montaña o manoplas de pluma que arriba les pongo las de goretex.

Cuáles fueron las situaciones más peligrosas?

Al principio tuvimos mucha agua y zona de ríos que formaban grietas. Fue peligroso por el terreno, no por el clima. También en el kilómetro 4, el segundo día me esguince la rodilla pero no pasó a mayores en ese momento. Cuando estuvimos en la parte más alta, a mitad de camino, superando los 2000 msnm el frío se sentía mucho, era el campo de hielo. Allí las temperaturas eran de -35º y menos también. Los días de viento eran peligrosos por la poca visibilidad que complicaba las cosas y aumentaba el nivel de estrés de todos… al frenar te abrigabas y seguías, en el viento te ponías de espalda al mismo y descansabas o armabas la carpa. Hubo un día que íbamos caminando, frenando, andando… Lo más peligroso fue que íbamos a muy baja temperatura y viento de frente, y empezamos a tener principio de congelamiento en la cara y dedos porque estábamos muy expuestos. Después de tres horas tuvimos que frenar. Armamos el campamento y esperamos que pare el viento. Ahí, cuando te detenés, podés cubrirte y mover las manos, pasabas el frío de otra forma.

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Tenés determinado tiempo para estar expuesto?
Sí, con otra tormenta cerca de una base abandonada, nuestra carpa colapsó y, mientras estábamos ahí vimos que flameaba. Estaba toda llena de nieve pero tuvimos mucha suerte que no se voló ni rompió a pesar de los vientos de más de 140 km/h. Tuvimos que armar la carpa con mucho viento y mucho frío y una vez que armamos la base, estuvimos una hora más para asegurarla fuerte. En esa hora salíamos entre tres y cinco minutos, no más de eso… generalmente eran tres y sentíamos el congelamiento. Con David, salíamos esos minutos porque conocíamos lo que era el congelamiento, era el tiempo estimado en donde sentías que los dedos se congelaban. Entrábamos a calentarnos 5 minutos y salíamos nuevamente a armarla porque sabíamos que si no, se nos podía caer otra vez.

Qué entrenamiento hiciste?
Como ya conocía lo que iba a hacer, no hice el entrenamiento adecuado para expediciones con trineo (salir a caminar tirando dos ruedas que simula el peso del trineo). Mi entrenamiento se basó en caminar en las montañas: Cerro López, el Catedral. Trataba de llegar a hacer caminatas de seis horas para acostumbrar al cuerpo. Ya conocía a qué iba y sabía de este tipo de cosas. Me enfoqué en estar bien alimentado y fuerte para aguantar los primeros 5 días. Después el cuerpo se va acostumbrando a andar en la montaña, y estas físicamente bien. Primero viene el período de adaptación luego de debilitamiento y más tarde el final donde tenés que llegar bien mentalmente.

Cuánto marchaban por día?
En promedio era de 25km por día. Hubo jornadas que hicimos muy poco. La primera salida, por ejemplo, avanzamos sólo 4 km. Fue en la subida al glaciar. En total de los 26 días hubo tres q no avanzamos, dividido en distintas etapas. El día que más avanzamos fueron 36 km. Cerca del final fue más rápido, a pesar de que no te dabas cuenta, ibas bajando 5 metros por kilómetro y eso te hacía acelerar.

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Cómo es un día de marcha?
Nos levantábamos, y demorábamos una hora y media o dos antes de arrancar con el desarmado. Desayunábamos con un suculento vaso de avena, pasas de uva y manteca o chocolate para ganar calorías. Desarmábamos y de ahí salíamos a hacer marchas de una hora con pausas de 10 minutos, donde comíamos papas fritas, caramelos, pasas de uva o chocolate. Carne, salame, mantecol, alimentos con muchas calorías. Había días que después de la cuarta hora de avance, frenábamos media hora para comer un poco más o descansar y ahí armábamos una carpa. Después seguíamos otras 5 horas. La clave es esa, caminar una hora, 10 minutos de descanso por 4 horas, un descanso prolongado donde hacíamos nuestras necesidades y después seguíamos 5 horas. La clave es recomponer la energía todo tiempo. De no hacerlo en esos 10 minutos a la hora siguiente llegabas muy cansado. Te afecta. Te quedás sin nafta, te cuesta mucho seguir… Al principio tenés que comer a la fuerza porque el cuerpo no está acostumbrado al gasto y aprovisionamiento de tanta energía. Pero al cabo de los días te pide más y más alimento. Comíamos 5000 calorías por día. Fui con sobrepeso de 10 kg y bajé 11kg.

Cómo se hidrataban?
Tomábamos 4 litros por de agua por día. Así como comíamos si o si teníamos que tomar agua. Los primeros días costaban más también, el cuerpo no estaba acostumbrado. Al tener que hacer agua, lo ideal era llegar al campamento con agua líquida y guardarla. Cuando la temperatura era menor a -30º tardábamos entre 2 horas y media y 3 en derretir y calentar unos 4 litros, y así y todo no alcanzaba el hervor.

Cómo hacían para el armado de campamento?
Era el momento más complicado, estábamos muy cansados luego de caminar 14 horas. Doloridos, con hambre y sed, tardábamos 10 minutos en armar la carpa. Nuestro sistema era: mientras yo armaba, había que derretir nieve y calentar el agua casi hasta hervir para hacer la cena, y guardarla para el desayuno del día siguiente. Era un trabajo de hora y media a dos hasta que podíamos comer y después dormir. Armabas la carpa, preparabas los trineos, dejabas todo bien asegurado y una vez que te metías, no salís más. Te quedabas ahí adentro tranquilo esperando que se caliente el agua. Es muy importante en ese momento hacer un chequeo físico, revisarte la cara que no tengas quemadura, los pies, las manos, que esté todo el cuerpo bien. Nos poníamos crema en las heridas y hacíamos una curación de lo que estuviera mal y no dejábamos ninguna herida que se pudiera complicar luego. Cenar, el mejor momento del día! Llevábamos comida deshidratada para la cena que era carne a la cacerola o pescado al curry, era sólo echarle el agua hirviendo y listo. Al minuto, luego de acabarse la comida, era el peor momento del día. Después, meternos en la bolsa y dormir.

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Corrió peligro la expedición en esos 26 días?
Al principio sí, pero estábamos muy decididos a seguir. Salimos de la ruta segura, la que conocíamos, porque había muchos lagos y ríos y encontramos otro camino alternativo. Después, no en la expedición en sí, pero hubo peligros para algunos. Por ejemplo, cuando nuestra carpa se voló, para nosotros hubiera sido el fin si se hubiera roto. En otro momento de los seis, una de las integrantes (una chica alemana), no comía bien, estaba muy débil, a las dos semanas casi no podía caminar. Ahí nos reunimos y debíamos analizar si la evacuábamos o, lo que hicimos, sentarla a comer y asistirla yendo más lento… un día le hicimos comer una manteca entera!. Se empezaba a retrasar, y por ende nosotros también. Los debatimos en dos situaciones y decidimos asistirla, y así llegamos los seis.

Qué pensás allí en el día a día?

De todo. Primero vas acomodándote, escuchás música, unos radio-libros. Vas con la mente en blanco, navegando… vas con la brújula, tratando de seguir el camino. Cuando estás atrás, es seguir al de adelante. Pensás de todo, lo que te imagines, mil proyectos, ideas de expediciones nuevas, la familia, amigos, en todo el mundo, qué hacer cuando frenás… Llegó un momento que era elegir qué pensar. Te empezás a volver loco porque te caen muchas ideas y no querés caer en un bajón. Así todos los días. La parte mental es la más dura en este tipo de expediciones. Las expediciones polares son: 60% mental y 40% físico.

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Cómo es el equipo de avance?
Dos trineos chicos plástico, cada uno soportaba hasta 50kg de peso por lo que llevábamos de 80 a 90km cada uno. Repartimos el equipo por pareja. Estaba conformado por: 3 carpas, 4 cocinas, unos MSR modelos nuevos para baja temperatura (calentador de montaña) y 20 lts de combustible. Más esquíes y crampones. El equipo de esquí estaba compuesto por esquíes de fondo con cantos de metal bastante largos y finos, de 2 metros en mi caso, que alivianaba mucho el avance en nieve. Las botas de esquí son modelos especiales con la bota de cuero con una polaina de Gore-Tex incorporada que protege del frío y la humedad. La fijación de esquí de fondo se pone en la bota, sólo en la puntera dejando el talón libre permitiendo el caminar. Y para poder avanzar con los esquíes en pendiente o condiciones planas tirando el peso de los trineos utilizamos lo que se conoce como “pieles de foca”, que es una especie de tela que simula una piel y permite deslizar hacia delante y se frena cuando el esquí se mueve hacia atrás al quedar a contra pelo.

Qué sentiste al aproximarte?

Una sensación muy buena. El día anterior empezamos a ver montañas en el medio de la nada, pero en realidad estábamos a 70 km. Al final de ese día empezábamos a ver el mar. En realidad tres días antes, pero no estábamos seguros, dudábamos que fueran nubes. Parecía que estabas ahí nomás y empezás a pensar en la ducha caliente y en todo lo que vas a comer, pero faltaban como 70km. Esa noche llegamos al último campamento, es donde teníamos que estar más tranquilos porque empezaba el descenso glaciar, las grietas y ríos nuevamente, y el peligro exponencial. Estás llegando y si te apurás tomando decisiones sin pensar tanto, es muy peligroso. Es donde más seguridad tenés que tener. Como trabajo en expediciones desde hace mucho, sé que el 10% al principio y el 10% del final son los momentos más peligrosos, de mayor cantidad de accidentes. Al principio por desconocimiento y al final, por exceso de confianza. Sabiéndolo y todo, nos mandamos por un campo de grietas por el que no debíamos hacerlo, no estaba contento por la situación pero en ese momento donde íbamos rotando el liderazgo, yo quedé atrás del grupo. Por suerte no pasó nada. Veíamos el mar que se unía con el cielo, los iceberg como puntitos blancos, las montañas y el atardecer. Ese día arrancamos a las doce de la noche para llegar a la mañana ya que había luz las 24 horas. Salimos a esa hora que es el horario más frío para que los cauces estuvieran congelados. El último día como el primero, nos juntamos todos en una carpa para la cena de festejo. Todos queríamos llegar pero era una mezcla de sentimientos…se estaba acabando y era una lástima. Desarmar el campamento por última vez fue raro, nos gustaría haber seguido pero en realidad queríamos llegar. Ya estábamos mentalizados en terminarlo. Si en ese momento la expedición se alargaba dos días más, capaz nos caíamos del bocho. Estábamos con la mente en la meta.

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Sos el primer argentino en cruzar Groenlandia, ¿Cómo pensás seguir?
Lo de ser el primer argentino es anecdótico, no sabía que era el primero, allí me enteré. Lo hice porque tengo pasión en este tipo de expediciones. Está bueno ser el primero, no es conocida esta aventura. A futuro, Groenlandia es la tercera en expediciones polares, primero están polo Norte y polo Sur, que son los desafíos más grandes. Polo Norte es más larga, haciéndola desde la tierra que son más de 800 km. Con el calentamiento global es cada vez más difícil y arriesgada. El Polo Sur es una extensión de lo que hice en Groenlandia pero con temperaturas más bajas, lo mismo pero en 3 meses. Una de las cosas que me gustaría y quiero hacer son los hielos continentales “Campo de Hielo Sur”.

Agradecimientos:
A Lola, mi mujer quien me motivó a hacerlo. Justo estamos construyendo y a pesar de estar ajustados me dijo:- “andá a hacerlo ahora”.
A la gente de Noruega que me pasaba el parte diario meteorológico e informaba a Lola cómo íbamos. A mi familia y amigos, y gente que nos siguió. A Lepau y Antártica XXI que me dieron empuje.
Al pul Club Social de Amigos que me consiguen conexiones

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POLO NORTE, PRIMERA EXPEDICIÓN ARGENTINA

septiembre 13, 2016 — by Andar Extremo

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Los ocho expedicionarios argentinos que coronaron el Polo Norte el 22 de abril, recorrieron en sólo 10 días 120 km sobre el casco polar con temperaturas que llegaron a los -30 grados. En una entrevista exclusiva Santiago Tito, de la fundación Criterio, y Tomas Heinrich, primer argentino en hacer cumbre en el Everest, fotógrafo y documentalista, nos contaron los pormenores de esta increíble hazaña que quedará en la historia de nuestro país. Nota de la Revista Andar Extremo n° 41

por Andar Extremo
entrevista a Santiago Tito y Tommy Heinrich
fotos Tommy Heinrich

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La última base en la que estuvieron los nueve expedicionarios argentinos fue Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard, situado 1100 kilómetros de Polo. Se aclimataron al frío ártico practicando maniobras de rescate en el hielo, y ensayaron pruebas de riesgo sobre grietas y ríos congelados para poder conquistar el Polo Norte.
Los expedicionarios Víctor Figueroa, líder, Gustavo Curti, segundo jefe, Ignacio Carro, Juan Pablo de La Rua, navegantes, Emiliano Curti, Santiago Martín Tito, comunicaciones, Luis Armando Cataldo, guía, Tomas Heinrich, documentalista y Mauricio Fernández Funes, el día 22 de abril hicieron flamear la bandera argentina en el Polo Norte por primera vez en la historia.
Caminaron 120 km de Barneo al Polo, lo que les demandó 10 días en jornadas de 8 horas, parando para hidratarse y alimentarse cada una hora. Diariamente recorrieron de 6 a 15 km en esquíes y arrastrándose en trineos de fibra de vidrio con un peso aproximado de 70 kg.
Tuvieron 24 hs de luz diarias y la temperatura promedio rondaba en -25 grados centígrados. Tomaban de 3 a 4 litros de agua para hidratarse. Al finalizar el día armaban el campamento, muestreaban agua y se comunicaban con el mundo
La ONG impulsora de la empresa polar fue la Fundación Criteria. El grupo se propuso alertar al mundo sobre la urgencia medioambiental como una de las amenazas que determinan la seguridad humana. Se trató de la primera misión de carácter nacional, luego de que el 10 de abril de 2013 otro argentino, el andinista Juan Benegas, completara la misma hazaña en siete días junto a cinco expedicionarios rusos.
Más allá de la épica extrema y del mensaje ambiental, el grupo colaboró con el Instituto Antártico Argentino (IAA) en la recolección de muestras de agua a cinco metros de profundidad.

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Qué sintieron cuando llegaron al Polo Norte?
Santiago: una mezcla de sentimientos… felicidad y orgullo de representar a todos los argentinos al llegar, plantar la bandera y verla flamear… increíble. El Polo Norte es el único punto del mundo en el que todos los caminos conducen al sur. Fue el postre de diez días de trabajo y esfuerzo que se coronaron en ese momento.
Tommy: mucha satisfacción, porque más allá de llegar al Polo Norte, implícitamente la idea y el objetivo era que llegáramos todos, no uno o dos, y lo logramos. Eso significó desde un comienzo trabajar juntos en todo momento, desde los entrenamientos a los viajes de integración del grupo. Estuvimos casi tres semanas en ruta hacia el Ártico y siempre se sostuvo una buena interacción y una buena relación entre los integrantes, eso hizo que se viva con más intensidad. Cuando había un inconveniente, todos salían a ayudar. Jamás dudamos de lo que podíamos hacer juntos y bien.

Cuándo surgió la idea de ir?
Santiago: en realidad el jefe de la expedición Víctor Figueroa coronó el Polo Sur en el 2001 y hace un año y medio se acercó a la fundación porque creía que Argentina debía tener los dos Polos. Nosotros, dentro de la Fundación Criteria, podíamos introducir esta expedición en el marco de nuestra aérea de cambio climático. Empezamos a trabajar en conjunto, y luego de algunas planificaciones y evaluaciones, preparamos el proyecto que comenzó en 2015. Mi rol en la expedición era en comunicaciones, tenía un teléfono satelital para informar a la prensa, dar apoyo logístico, dar la posición por si teníamos algún problema…Cada uno cumplía una función, y era más importante el otro que uno mismo, eso hizo que el objetivo se alcanzara más rápido.

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Cómo fue el entrenamiento?

Tommy: durante el último mes entrenamos juntos en el Monte Tronador. Ejercitamos lo físico y técnico, con esquíes y bastones recreábamos la caminata sin los trineos. Antes de eso el entrenamiento lo hacía cada uno en su lugar: Emiliano Curti en Mendoza, Ignacio Carra en Santa Fe y la otra parte de la expedición acá en Palermo en el campo argentino de polo, en esquíes por el pasto.
Santiago: lo que me gustaría destacar es que si bien hubo un entrenamiento específico, todos los integrantes ya teníamos una buena preparación física. Todos los militares son instructores de esquí y andinismo. Eran tropa de operaciones especiales en montaña y obviamente Tommy, al ser el primer argentino en el Everest, era la estrella y el gurú, así que había un trabajo de años en actividades de riesgo en montaña. Dentro del grupo había personas que habían estado en Antártida y tenían rescates en el Polo Sur. El último año fue de entrenamiento y además de lo físico, la idea también fue juntarnos, conocernos y entrenar técnicas especiales: arrastre de trineo, rescate en hielo y turismo. El aporte de Juan Benegas, que conocía el lugar, nos dio mucha información. Cuando estábamos allá funcionamos como un reloj, cada uno sabía lo que tenía que hacer y así logramos ser un grupo parejo para caminar en la nieve. Seguíamos el ritmo del equipo, eso fue muy importante porque los tiempos con el frío extremo son muy metódicos. Cuando terminaba una jornada teníamos que armar todo, pero tenía que quedar un resto, y eso debía hacerse en poco tiempo, para no congelarse. Hacía de -25 a -30 grados, era muy difícil trabajar con tanto frío. Armábamos las carpas lo más rápido posible para prender el calentador y meternos.

Cómo fue la bienvenida del frío?
Santiago: el 28 de marzo salimos de Buenos Aires y arribamos a Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard, situada a 1100 kilómetros del Polo. Queda en la altitud 78° N, que es la misma latitud de la Base Belgrano, en el sur. Cuando salimos del avión ya estábamos a -20°, para mí fue chocante porque si bien estuve en temperaturas bajas, no con tiempo tan prolongado. Imaginate estar continuamente a esa temperatura.

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Qué indumentaria llevaron?
Santiago: ropa técnica, tuvimos camperas e indumentaria Duke y también nos proveyó la dirección antártica y completamos con ropa propia. Teníamos de primera a quinta piel. A esa temperatura aunque te pongas 15 capas el frío se siente. Lo bueno es que tuvimos 10 días de adaptación. Lo que nos sirvió mucho es la piel que se le pone a las camperas en la capucha. Acá en la ciudad uno se cree que es estético y en realidad genera una cámara de aire caliente que protege la piel de la cara. El problema allí era que al caminar transpiraba, entonces la problemática era cuánta ropa íbamos a usar en la marcha. Es impresionante todo lo que uno transpiraba y mojaba, se congelaba. Cuando terminábamos el día, dejábamos dos minutos la campera que habíamos usado para ponernos las de plumas e instantáneamente adentro, tenía todo hielo, entonces había que descongelarla con los calentadores.
Tommy: en esta expedición llevamos los MSR whipperlite. Teníamos dos opciones para marchar: usar la campera de Gorotex pero no la de tres capas sino un poco más fina donde la idea era evitar transpirar pero protegerse del viento. El Ártico a diferencia de la Antártida, no es un continente, es una masa de hielo que se formó sobre el agua, tiene movimiento y un alto contenido de humedad en el aire. Era muy difícil que las cosas sequen, entonces allí entraba el apuro por ir a la carpa lo antes posible. Así se lograba levantar la temperatura y se podía secar la ropa que estaba inevitablemente mojada. Otra cosa que utilizamos son los “Vapor Barriers”, barreras de vapor para las medias, y evitar que mojen las botas en la parte interna. Es como una membrana en forma de saco plásticas, diseñadas con la forma del pie. Con eso evitás que el sudor llegue a mojar la bota. La humedad es progresiva, nunca se llegaba a secar nada al 100%.

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Cuál era el paso luego de Longyearbyen?
Tommy: en este pueblito de 1500 a 2000 habitantes permanentes, el inconveniente que tuvimos es que debíamos entrar al Ártico en una base rusa que es temporaria. Habitualmente se fabrica a fines de marzo y se desmonta a fines de abril y tiene como propósito: servir de base para científicos y expedicionarios.
Santiago: para que te imagines, la base son tres carpas calentadas, una pista sobre hielo y dos helicópteros. Eso es la base, en el medio de la nada. Tiene carpas estructurales para todo tipo de evacuación, una pista gigante y también un tractor que mantiene la pista y los helicópteros para llevar las expediciones. Está arriba del mar y se mueve. A veces se le forman cráteres y cuando pasa eso no se puede usar, entonces tienen que armar otra pista y mover la base. Estos problemas nos retrasaron 5 o 6 días pero fuimos adaptándonos de a poco al clima y los horarios.
Tommy: en Longyearbyen, cuando llegamos, sólo había de una a dos horas de oscuridad, cuando regresamos de la expedición ya tenían casi 8 horas de oscuridad.
Santiago: uno se acostumbraba a eso, eran las diez de la noche pero parecían las tres de la tarde. Veíamos que estaba el sol pero no calentaba nada, y nos dábamos cuenta cuando era tarde. Adaptamos el cuerpo a la luz de la diferencia horaria, así que estos diez días no vino bien para acomodarnos. Como hicimos esa adaptación, la marcha a las 9 de la noche con sol nos dormíamos, así descansábamos bien para tomar fuerzas para el otro día.

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Cuánto duro la expedición?

Santiago: La expedición duró 10 pero calculábamos de 8 a 12 días, dependía mucho de la deriva, como es hielo flotando a veces te acercás y otras te alejás. También dependía de las tormentas. Los primeros tres días avanzamos muy poco porque cuando se movía el hielo se formaban lomos de burro de hielo que se partían y se formaban ríos que hacían dificultoso el paso. En ese momento tenías que sacarte los esquíes y pasar los trineos que pesaban 70 kilos. Avanzamos sólo 6 o 7 kilómetros. También nos tocaron playas con un terreno liso donde sorteamos algunos vamps. Esos días hacíamos 15 kilómetros. Por suerte no nos tocó atravesar un río de mar, donde tenías que vestirte con el traje especial, pasar nadando, devolverlo para que se lo ponga otro… eso hubiera traído el peligro de parar y enfriarse.
Tommy:la gran diferencia entre los -20 y los – 30 grados es la rapidez con la que uno pierde el calor corporal, te afecta las extremidades en primer lugar y luego anímicamente te demuele. Ese era el gran desafío: mantenerse emocionalmente entero para sostener esto en el tiempo. El tema del Ártico es que no te da descanso, eso lo tenés en la carpa.

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Con estos tiempos tan finitos, cómo hacías para documentar?
Tommy: el tema de fotografiar y filmar es lo que me tuvo más nervioso en los días previos. Estuve organizándolo mucho, a diferencia de otras expediciones dado que el factor temperatura iba a incidir porque estaría insistentemente frío. Sabía que los equipos se congelarían, había que lograr que se recuperaran y no perder las baterías. La gran diferencia es que las cámaras de ahora no tienen las pilas doble A de antes, donde podías llevarte 200 o 300. Al llevar baterías específicas para la cámara hay que cuidarlas mucho. Así entendí que la baterías se descargan rápido cuando trabajan frías y cuando la cámara esta fría. Por lo cual el truco era tener siempre una cámara pegada a mi espalda, no podría dejarla en el trineo porque se iba a congelar. Los primeros días metía la cámara adentro en la mochila pero me daba cuenta que se enfriaba mucho. Así que opté por meterle calentadores de mano además de mi temperatura corporal, eso ayudaba a mantener no tan baja la temperatura. La rutina era sacar la cámara de la mochila (previa elección del lugar). Iba siempre segundo en el grupo, me adelantaba un poco, buscaba el ángulo y los hacía pasar. Yo llevaba 10 kg en la mochila de equipo y 15 en el trineo. Lo que hicimos fue distribuir todo ese peso entre los 8 integrantes así podía moverme más ágilmente. La carpa donde estaba era la única de tres personas, porque la idea era que ellos me ayudaran encargándose de la carpa y me diesen la posibilidad de documentar ese momento del día. El gran inconveniente era el congelamiento de mis dedos que lo empecé a sufrir desde el segundo día. Tenía guantes muy finos y se me rompieron de inmediato, llevé tres pares, y se rompieron porque estábamos siempre utilizando bastones. Si bien tenía mitones arriba, se rompían. En las montañas uno puede usar guantes gruesos pero lo ideal en el caso de estar bastoneando es que estén los cuatro dedos juntos para que irradien calor entre ellos y así mantener la mano caliente. El tema es que me los sacaba continuamente y exponía las manos al frío. El tiempo que tenés para tener las manos desnudas es progresivamente menor, quedan muy sensibles. Después del primer congelamiento las probabilidades de congelarte son extremadamente altas.

Se enfermó alguno?
Santiago: algunos con tos común, algo leve, Nos cuidábamos mucho, sabíamos que no podíamos estar más de 10 o 15 segundos sin guantes y con los guantes finos no podíamos estar más de un minuto.
Tommy: algo que parece sonso son las ampollas, en pies y manos, es un tema que teníamos que cuidar y mucho. El dolor que causan las ampollas es terrible, una vez que empezó no lo parás. Estos son detalles que se suman en condiciones extremas. Un integrante se empezó a deshidratar y éramos 7 ayudándolo, le hacíamos mate, vaciábamos la botella para que orine más y asegurarnos que se recupere rápido…era por el bien de la persona y del grupo.

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Qué día comenzaron la marcha para conquistar el polo?

Santiago: fue el 13 de abril y una casualidad que el 22, día de la tierra, pisáramos el Polo. Tres días antes de llegar, recibimos una carta del Papa que nos agradecía la expedición por ser una causa común.

Cómo fue el comienzo de la tan ansiada marcha?

Santiago: el primer día cuando nos dejó el helicóptero, estábamos en el medio de la nada, tomando conciencia del peligro que asumíamos. Imagináte que dos días atrás teníamos una carpa calentita para movernos, ahora era un desierto blanco y tomábamos conciencia de que si teníamos algún inconveniente, era peligroso.
Tommy: ése fue un momento fuerte para todos, mirabas alrededor y decías:- y ahora qué?. Faltaban 120 km, venías de la comodidad de una serie de situaciones a la que te ibas acostumbrando y de pronto nos teníamos que valer por nosotros, autonomía absoluta. Lo grandioso fue el espíritu del grupo. Cuando uno flaqueaba estaba el otro lado haciendo chistes o ayudándolos.

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Corrió peligro la expedición en esos 10 días?

Santiago: nosotros no sabíamos cómo iba a ser el terreno al día siguiente, veníamos bien pero al avanzar los primeros tres días 6 km por jornada, decíamos que en esta progresión íbamos a tardar 25 días en llegar y después avanzamos 15 kilómetros por día. Los últimos días se complicaron un poco, pero ya estábamos cerca…tampoco cantábamos victoria pero la realidad es que tuvimos mucha suerte porque si bien afrontamos cosas duras podría haber sido peor. Cuando nos fue a buscar el helicóptero al Polo nos dimos cuenta que si desviábamos la marcha hacia alguno de ambos lados hubiésemos cruzado infinidades de ríos de mar y eso hubiese significado más tiempo, más frío… Pasamos por hielos finos pero no pasó nada. Hasta que no llegáramos no sabíamos, capaz que estábamos a 6 o 7 kilómetros de la meta pero podían ser los 6 kilómetros más largos de la vida. Cruzar un río de mar te podía demorar una hora y media en ubicar la cuerda fija y ponerse el traje. Te tocaban 4 ríos de mar y avanzabas 500 metros. La progresión no la sabías nunca, como así tampoco el logro de la expedición.

Cómo manejaban los tiempos de armado y desarmado con el frío?
Santiago: al principio costaba, pero con el correr de los días teníamos ajustado todo. En una hora desarmábamos el campamento y al llegar, luego del día de marcha, en 30 minutos estábamos adentro de las carpas. Por ejemplo en mi carpa éramos dos y yo estaba encargado de limpiar los MSR, entonces con el correr de los días me volví experto en limpieza de calentadores. Para hacer agua y no pasar frío, hacíamos bloquecitos para que entren dentro de la pava y los dejábamos a mano, afuera. La campera, al principio, la queríamos secar de una forma y a lo último ya sabíamos en que ángulo ponerla y cómo, para que se seque más rápido. Por ejemplo, para obtener las muestras para el Instituto Antártico Argentino, al principio nos costaba manejar y al final lo hacíamos con suma ligereza. Son pequeños detalles que ya en los últimos días ajustamos para sufrir menos.

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Cómo hacían con la comida?
Santiago:la comida era muy importante, teníamos que ingerir 6500 calorías diarias. Nos comíamos un pan de manteca por día por persona. Cada uno tenía su forma de ingerirlo, yo metía la mitad en una taza de té y la otra mitad con pan. Otros la comían como chocolate.
Tommy: en general avanzábamos una hora en el hielo con los esquíes y los trineos y después era importante hacer una parada de 10 minutos para comer y calentarnos. Hacíamos un té o un poco de sopa y teníamos comidas de marcha, desayuno y cena. Había barras energéticas o proteicas, chocolates y manteca, teníamos fiambres, quesos. Al principio mirabas la comida liofilizada y decías: – esto va a hacer imposible de comer!!, y después lo devorabas.
Santiago:las paradas no podían durar más de diez minutos, porque después de ese tiempo te empezaban a doler las manos. Pasado ese tiempo cuando rehacías la marcha, demorabas 15 minutos para calentarte de nuevo.

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Cuando estaban llegando al objetivo, cuál era la sensación?
Tommy: después de 9 días de marcha uno tenía sensaciones encontradas, por un lado deseabas que se termine para cambiar la monotonía, pero por otro lado se terminaba un ciclo que uno quería estirar. En lo personal fue una experiencia excelente no sé si tenía ganas de que termine, pero llegar al Polo fue grandioso.
Santiago: de hecho cuando llegabas estabas en el Polo Norte, ponías la carpa esperando que venga el helicóptero y cuando chequeabas al rato el Polo se había corrido 300 metros, y se iba moviendo… estábamos a la deriva.
Tommy: la noche anterior al llegar al Ártico habíamos decidido parar a 4 kilómetros del polo. Teníamos una distancia cómoda para hacer la última jornada y podíamos coordinar con la base la hora de llegada del helicóptero. De pronto, cuando nos levantamos habíamos avanzado 1,7 km, dentro de la carpa estábamos a 2 kilómetros y poco más, el último día. Lo grave y lo más intimidante era que uno de los ríos de mar estaba más grande y a unos 200 metros del Polo. Empezamos a caminar de un lado a otro y pensamos que posiblemente tendríamos que sacarnos el traje. No hubo un momento para relajarse, eso sucedió cuando ya estábamos de vuelta en Longyearbyen.
Santiago: fue el postre que coronó la expedición, el orgullo de llegar de ver la bandera, de cumplir un objetivo. Lo más importante que traje de allá aparte de los miles de mensajes de chicos, de la gente y la carta del Papa, fue poder traer las muestras para el Instituto Antártico Argentino. Fui testigo de los mejores valores, de saber que los argentinos, si nos proponemos las cosas, llegamos. Todo el mundo estaba preocupado por el otro, no por uno mismo y esto, que no se ve todos los días, es un ejemplo para nuestro país. La humildad y el trabajo en equipo, tuvo como consecuencia la llegada al Polo.

ExploracionNieve

La Primera Expedición Argentina al Polo Norte

abril 4, 2016 — by Andar Extremo

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La primera travesía argentina al Polo Norte partirá de la base rusa de Barneo el 5 de abril y recorrerá 120 kilómetros sobre el casco polar.

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La última base que arribaron los nueve expedicionarios fue Longyearbyen hace unos días en el archipiélago noruego de Svalbard, situada a 1100 kilómetros de polo. Los argentinos se aclimatan al frío ártico, practican maniobras de rescate en el hielo y ensayan pruebas de riesgo sobre grietas y ríos congelados para poder conquistar el Polo Norte.
Los expedicionarios Víctor Figueroa, líder de la expedición, Gustavo Curti, segundo jefe, Ignacio Carro, Juan Pablo de La Rua, navegante, Emiliano Curti, Santiago Martín Tito, comunicaciones, Luis Armando Cataldo, guía, Tomas Heinrich, documentalista y Mauricio Fernández Funes, este ultimo hará comunicaciones desde la base Barneo se encuentran en la localidad de Longyearbyen y desde allí el 5 de abril por la mañana tomarán un vuelo a la base rusa Barneo donde 8 de ellos caminarán 120 km para hacer flamear la bandera argentina en el Polo Norte por primera vez en la historia.

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El 29 de marzo viajaron de Londres a Oslo (Noruega) y al día siguiente ya se instalaron en Longyearbyen.
Calculan que los 120 km de Barneo al Polo les demandará de 7 a 10 días en donde habrá jornadas de descanso ya que caminarán dependiendo de las condiciones unas 8 horas por jornada, parando para hidratarse y alimentarse cada una hora. Cada jornada recorrerán de 10 a 15 km en esquíes y arrastrarán trineos de fibra de vidrio con un peso aproximado de 50 kg.
Tendrán 24 hs de luz diarias y la temperatura promedio rondará en -20 grados centígrados. Cada mañana calculan unas 3 o 4 horas para derretir hielo, cocinar y desarmar los campamentos. Ya l finalizar el día tienen unas 3 horas en armar el campamento, muestrear agua y comunicarse con el mundo
La ONG impulsora de la empresa polar, es la Fundación Criteria, el grupo se propone alertar al mundo por lar urgencia medioambiental como una de las amenazas que determinan la seguridad humana.
Se trata de la primera misión de carácter nacional, luego de que el 10 de abril de 2013 otro argentino, el andinista Juan Benegas, completó la misma hazaña en siete días junto a cinco expedicionarios rusos.

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El grupo está bien preparado, luego de un año de entrenamiento intensivo, que incluyó desplazamientos por glaciares en el Tronador y en Caviahue. La mayoría está acostumbrada a esas condiciones extremas: todos son experimentados andinistas. Y, en su mayoría, integrantes de las fuerzas con adiestramiento especial del Ejército. Entre ellos, hay tres «antárticos», dos de los cuales llegaron en 2000 al Polo Sur tras recorrer durante dos meses y medio más de 5000 kilómetros en motos de nieve desde una de las 13 bases argentinas, y soportando temperaturas de -70°C. También se sumó a la misión como fotógrafo y documentalista Tommy Heinrich, el primer argentino en hacer cumbre en el Everest, quien atesora más de siete expediciones a los montes del Himalaya y otras cinco cumbres en el Aconcagua.

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Pero más allá de la épica extrema y del mensaje ambiental, el grupo colaborará con el Instituto Antártico Argentino (IAA) en la recolección de muestras de agua a cinco metros de profundidad y en la perforación del pack de hielo en diferentes latitudes para que los científicos locales puedan realizar comparaciones entre las condiciones en ambos polos. La misión, que se lleva adelante durante la primavera boreal y está signada por noches blancas (días de 24 horas de luz solar), aprovecha la ventana climática para la transitabilidad sobre el océano Glaciar Ártico.

Fuente: La Nación y face de la expedición: Expedición Argentina Polo Norte 2016