Mountain Bike

TRANSANDES CHALLENGE CHILE 2018

agosto 9, 2018 — by Andar Extremo

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Mountain Bike

TRANSANDES CHALLENGE CHILE 2018

agosto 9, 2018 — by Andar Extremo

El Transandes Challenge 2018, se desarrolló del 17 al 21 de enero. Los riders tuvieron 5 etapas: 3 etapas en las cercanías de Huilo Huilo, la cuarta fue desde Huilo Huilo a Pucón y la última en Pucón. En total, fueron casi 300 km con más de 10000 metros de ascenso acumulado. En esta nota, la experiencia de María Laura Giuliani que entró en la posición 11 con un tiempo de 24 h 40 minutos, el relato de Catalina Salata la segunda de la general, y la voz del Team Mercerat. revista Andar Extremo n° 50

por María Laura Giuliani, Catalina Salata y Mauro Gervasini del Team Mercerat, fotos Marcelo Tucuna

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La naturaleza habla por sí misma…

Hay algo que los que hacemos carreras de aventura debemos agradecer, y es que logramos la conjunción de disfrutar la adrenalina de la competencia mientras nos deleitamos con los paisajes que vamos recorriendo, acompañados del latir de nuestro corazón, y del ocasional ruido de algún animal que nos cruza. Eso es vivir por un rato en el paraíso. Les comparto un relato de lo que vivimos durante 5 días de enero en Chile, en una competencia de MTB. Espero que después de terminar de leer este artículo, salgan corriendo a conseguir una bicicleta para entrenar y disfrutar el próximo año de este magnífico evento.
El epicentro de la competencia durante los 3 primeros días fue la Reserva de Huilo Huilo. Este lugar fue declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO y, en su inmensidad, podemos disfrutar de montañas nevadas, trepadas muy divertidas, descensos enérgicos, lagos, ríos y una innumerable variedad de flora y fauna autóctona. Allí nos esperaba con toda la hospitalidad y simpatía imaginable, el equipo de la organización que hasta el último día nos hicieron sentir estrellas del MTB. Siempre atentos a nuestros pedidos y necesidades.
El campamento estaba compuesto por una carpa comedor a un lado del lago en donde nos servían desayuno, almuerzo y cena. Los cocineros y mozos estaban a nuestra disposición con los más exquisitos platos y variedad de frutas y verduras…algún vinito y cerveza para los mas transgresores siempre había para apagar la sed…de los postres ni hablar, ¡sinfonía de gustos y colores! Al otro lado del lago un parque cerrado de bicicletas nos dejaba tranquilos de que nuestro móvil era mantenido bajo el mejor resguardo durante todo el tiempo que no estábamos en competencia. Los muchachos, a pesar de las bajas temperaturas por la noche, envueltos en bolsas de dormir, velaban en turnos por ellas. Un centro de atención complementaba el equipo que siempre atentos nos cargaban los celulares, los GPS, nos dieron el kit de inscripción y estaban para responder todas las inquietudes que en el stress de la llegada, eran muchas. Baños limpios en todo momento y un lavadero de bicicletas para dejar nuestro vehículo en condiciones tras la llegada de cada etapa, terminaban de completar el cuadro. Que más se puede pedir…era la versión tope de gama de una vida campamentista durante una semana.

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Llegada la noche previa al comienzo de la competencia, se realizó la inauguración del evento. Se entregaron menciones a algunos competidores que durante 10 años habían asistido, y nos deleitamos con bailes típicos que realizaron grupos de bailarines chilenos. Cena de por medio, nos fuimos rápido a nuestras carpas ya que se acababa el tiempo de hacer sociales y necesitábamos un buen descanso para empezar a transpirar la camiseta el día siguiente… A las 23 se apagaron los reflectores y el silencio reinó en todo el predio.
Al día siguiente a las 7 de la mañana, cual sonámbulos comenzaron a aparecer los competidores con toalla en mano rumbo al baño a intentar despertarse y luego desayunar. No había tiempo que perder y la ansiedad era mucha. A veces me pregunto cuál es la veta masoquista que tenemos en donde pagamos para sufrir, pero sistemáticamente lo seguimos haciendo…
Nos aprontamos en la largada y a la señal de “preparados, listos, yaaaaaaaa”, los competidores fuimos atravesando el inflable y nos metimos en carrera. Ese día fueron más de 50 km en donde conocimos Neltume y Remeco, dos pueblos cercanos a Huilo Huilo y luego de pasar tangente a la laguna Quilmio, nos sumergimos en un sueño para los que nos gustan los senderos…un “Bike Park” en descenso con rampas, peraltes y saltos que nos deleito por casi 10 km, ¡¡¡adrenalina pura, felicidad absoluta!!! Finalmente un rápido pasaje por Puerto Fuy y llegamos a la meta.
El clima cálido durante el día y algo frío durante la noche, nos acompaño toda la semana. Agradecíamos los cálidos rayos de sol en carrera y nuestras bolsas de dormir por la noche en la carpa…odiábamos a los roncadores compulsivos a los cuales señalábamos con el dedo por la mañana, aunque pocos se hacían cargo de los ruidos…recuerden para la próxima llevar tapones de oído de silicona jaja…

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La segunda etapa fue más corta pero más sufrida. No llegamos a hacer 50 km, pero en dos ocasiones dejamos nuestras piernas en situación crítica: una al inicio con una trepada no muy larga pero sí constante, y otra a mitad de camino, en donde se comenzó a trepar hacia el centro de Esquí del Volcán Mocho-Choshuenco. Fue durísimo ese tramo porque a medida que nos acercábamos a la cima la pendiente iba aumentando hasta el límite del calambre. Al llegar, respiramos felices pero nuestra fascinación fue absoluta en el descenso del camino del esquiador que por casi 7 kilómetros nos divirtió sorteando obstáculos hasta hacernos llegar a la meta en la reserva. Allí la rutina del lavado de la bici, que siempre es primero que nuestro baño, luego nosotros y finalmente el almuerzo. El resto del día a charlar y descansar, sin olvidar la elongación de todos nuestros músculos que nos tendrían que acompañar por varios días más. A las 19 horas se hacían las premiaciones de cada etapa, con los gritos de algarabía de cada grupo de amigos que veía que uno había obtenido la meta de alguno de los tres primeros puestos. De eso se trata esto, de compartir logros y disfrutarlos entre amigos. Luego la cena y a dormir temprano.

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De eso se trata… compartir logros y disfrutarlos entre amigos”

El tercer día ya estábamos algo cansados así que todo se hacía pero a ritmo más cansino…despacito va lejos dice el dicho. Ir al baño, tomar un buen desayuno, preparar la bicicleta, llenar las reservas de agua y geles y aprontarnos en la largada. Nuevamente fueron casi 50 km aunque con una trepada bastante dura a mitad de carrera que era recompensada con un descenso algo enérgico, pero en donde a pesar de tener que usar mucho los frenos, se agradecía está pendiente negativa. Ese día cruzamos el puente colgante del rio Fuy, se movía bastante y ni hablar de los graciosos que saltaban para ver nuestras caras de pánico. Por suerte todos llegamos vivos de esta etapa.
La cuarta etapa era la “Etapa Reina”. Más de 100 km con puntos de control en donde si no llegabas a horario, te sacaban de competencia. Había que concentrarse y no perder tiempo. Ese día el campamento se trasladaba a Pucón, por lo que previo a largar debíamos entregar los bolsos con todas nuestras pertenencias al camión que los transportaría a la meta. Nos sacaron de la reserva en forma controlada y nos llevaron pedaleando por la ruta unos kilómetros hasta que nos adentraron en el bosque. Allí, comenzó la toma del tiempo real. Fuimos primero bordeando el rio Neltume, más adelante el rio Cua-Cua y en un instante todo se empezó a poner más espeso. Los arboles más cerrados, el camino más estrecho, los rayos de sol pasaban menos, y así es cómo nos sumergimos en la ruta Transvolcanica.

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El parque nacional Villa Rica nos recibió con sus bellas e inmensas araucarias que nos rodeaban por todo el trayecto. Un deleite a nuestras retinas. Mucha subida y bajada, y mucha piedra volcánica que de tan livianas que eran, hacían fácilmente que perdiéramos el equilibrio. Había que tener mucho cuidado para no romper la bicicleta ni lastimarnos nosotros. El tiempo seguía corriendo y había que seguir pedaleando, y así llegamos a un ascenso muy exigente que nos hizo poner a prueba nuestro temple. Subir hasta el sector de Los Nevados, luego de haber hecho casi 90 exigentes kilómetros fue desgastante, pero nuestro espíritu fue más. Algunos paraban a sacar fotos para poder mostrar en donde habíamos estado. Otros, seguían en afán de llegar a la meta a descansar.
Comenzó un espectacular descenso por bosques que nos llevaría hasta la ruta que nos comunicaría con Pucón. En medio de este espectáculo que ya hacía que nuestro sufrimiento valiera la pena, de repente, el bosque se abrió y aparecimos en una playa de lava volcánica con el volcán Villa Rica de fondo y una catarata de deshielo que tuvimos que atravesar por un improvisado puente de madera. Ya estaba cumplida la meta del placer pleno…podíamos morir felices con la imagen de esa postal en nuestra retina. Hasta el más PRO sonreía para la foto. Ese día fueron 110 km lo que marco el Garmin…mucho para nuestro esqueleto exhausto. Sólo restó lavar rápido las bicis, bañarnos, comer y dormir temprano, casi no había energía para las charlas de copetín que solíamos tener luego de cenar, con ciclistas de otros países.

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Quinto y último día. Esta vez la largada era contra-reloj en función del tiempo que llevábamos acumulado en carrera, así que fue todo más descontracturado. Cada uno se fijaba su horario de largada y en función de eso era el horario de la alarma, el desayuno y la velocidad con que se preparaban las cosas. Había que ir hasta el centro de Pucón para largar que distaba 15 minutos del campamento. Nos fuimos poco a poco aprontando y un veedor nos marcaba el momento de salir. Gritaba el número de corredor, el apellido, y allí había que posicionarse para largar. Primero era una vuelta por el pueblo y luego, ir siguiendo en forma constante por la ruta hacia el volcán Villa Rica durante 15 km de ascenso. Era asfalto, pero el cansancio hacía que el ritmo de la mayoría fuera muy tranquilo, aunque parejo. Había que llegar sin romper. Los divertidos animadores de la competencia nos esperaban en varios lugares del trayecto con graciosas pistolitas de agua para mojarnos y, para los más osados que se prestaban al chiste, había latitas de cerveza para que tomaran como hidratación de competencia. Esto hizo más llevadera la subida, la cual, luego de llegar a la cima, se transformó en un divertido sendero de descenso con piedras para esquivar, pasto y arena volcánica. A esa altura creo que la inercia nos hizo llegar a la meta en donde cada grupo se iba esperando y se escuchaban los aplausos y gritos de felicidad. No faltaron también unos cuantos ojos húmedos, que dejaron escapar las lágrimas contenidas por tantos días…¿¿sufrimiento?? ¿¿emoción?? …sólo el que corrió sabe lo que se siente estar viviendo durante 5 días con sensaciones encontradas de felicidad y agotamiento, y la mayoría lejos de nuestras familias que nos hacen el soporte anímico.

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“La gente dice a menudo que la motivación no dura. Bueno, tampoco dura el baño, por eso recomiendan que se haga a diario”

Para después del mediodía ya todos los competidores habíamos llegado y vueltos al campamento. Ese día sí que las risas se escuchaban por doquier. El almuerzo fue desparramado por el parque en donde se veía a los ciclistas tirados al sol comiendo hamburguesas con cerveza y demás ingestas, que pre carrera están casi prohibidas…¡¡el placer de los Dioses!! Otros lavaban sus bicis mientras les decían piropos para agradecerles que nos acompañaran sin mayores inconvenientes. ¡¡¡Nosotros en competencia sin ellas no somos nada!!!
A las 19 horas comenzó la premiación y con ellas las fotos y los gritos de felicidad. Fue muy lindo ver como los que fueron competidores durante los cinco días previos, en el momento de la premiación se abrazaban como si fueran del mismo equipo. Dejar de lado la competencia para felicitar de corazón al adversario es algo que no en muchos deportes se ve con tanta honestidad como en el MTB.

mapa

Pasado este ritual, giramos nuestras cabezas para la carpa-comedor en donde nos esperaba un fondo blanco de pisco, un sin fin de costillares y exquisita carne al asador que marcó el comienzo de una noche absolutamente inolvidable. Nos sentamos a cenar relajados y compartiendo charlas con ciclistas de todos lados. Pasó la cena, el postre, la torta y ¡¡¡se largó la pachanga!!! A partir de allí, la pista se llenó de bailarines que aunque nos habíamos quedado sin piernas pedaleando, la alegría del objetivo cumplido nos hizo recuperar la energía necesaria para danzar sin parar hasta muy entrada la noche. El cotillón fue la culminación de un evento magníficamente organizado, sin un detalle librado al azar…ésto es ponerle pasión al organizar una carrera, así como nosotros le ponemos la pasión equivalente para correrla.
Cuando algo nos apasiona, es muy fácil estar motivados. No debemos frustrarnos por el simple hecho de no animarnos a algo. Lo peor que puede pasar es que tardemos más en llegar a la meta, pero al final vamos a lograr nuestro objetivo y eso nos transformará es seres únicos y exitosos. Siempre vamos a estar mejor posicionados que los que no lo intentaron… Debemos analizar cada logro obtenido y así armar nuestra estrategia de éxito. Aprender de errores para no repetirlos, y aprender a conocernos a nosotros mismos. Reírnos y disfrutar las metas, ya que sólo nosotros, sabemos a veces lo que nos cuesta obtenerlas. El 90% del éxito se basa simplemente en insistir…
¡¡¡¡Ojalá hayan disfrutado este relato tanto como yo la carrera, y espero encontrarlos el próximo año en la manga de largada!!!!
Me despido con una frase que me resultó genial: “La gente dice a menudo que la motivación no dura. Bueno, tampoco dura el baño, por eso recomiendan que se haga a diario”

Mauro Gervasini, Team Mercerat, La esperé todo el año…
En el año 2017 se nos ocurrió ir a Chile a correr, nada más ni nada menos a una de las carreras en etapas más importantes de Sudamérica: “Transandes Challenge”. Al principio no conocíamos mucho, pero nos animamos…fuimos viendo videos, fotos, escuchando a otros corredores que habían ido años anteriores.
Yo sentía que se me llenaba el alma al escucharlos, sentía muchas cosas ansiedad, nervios, alegría, ame explotaba el cuerpo.
Al llegar a Chile y acreditarnos, sentimos una euforia tremenda. Estábamos rodeados de “Topes de Gama” y nosotros estábamos con ellos. Juntos íbamos a correr las 5 etapas…
En mi caso particular, la primera etapa la largué con mucha expectativa de ver qué era el Transandes. La primera etapa fue muy dura, de las más duras que había corrido en mi vida, y quedaban 4 de igual magnitud. Día a día me levantaba y eran las ganas lo que me hacía terminar cada jornada, porque físicamente me había deshidratado en la primera y pague las consecuencias en las 4 restantes. Aprendí mucho de esta carrera, de los corredores y de la geografía chilena.

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Me volví pensando en volver el año que viene, más concentrado, con un trabajo físico, asesorado por Pedro Billordo. Decidí volver, y en el 2018 ya nos sentíamos parte de ella. Este año llegué de otra manera, preparado física y mentalmente, con mejores sensaciones que en el año anterior, con más ganas, con menos miedos y con mucha energía positiva.
Largué la primera etapa, y me fue como esperaba que me fuera. Tuve muy buenas sensaciones y eso me hizo decidir encarar sin ningún miedo, dando todo en cada etapa pero con inteligencia, sabiendo que es la carrera más importante de Sudamérica. Eso tiene un riesgo si te sobrepasás de tus limites, cosa que 2017 ya me había pasado.
La segunda etapa decidí no achicarme y dar lo mismo que había dado en la primera. Todo esto tiene un trabajo de fondo, más la experiencia del anterior que me ayudaba a estar concentrado y saber lo que quería y lo que buscaba.
Así fueron todas las etapas, con las mismas ganas, las mismas fuerzas y con el encanto de estar corriendo en uno de los lugares más lindos, con toda la energía y con toda la camaradería de los corredores del todo el mundo.
Fue tanta la voracidad que la carrera parecía que duraba una sola etapa. Pasó muy rápido. Cada etapa tenía su encanto, cada etapa era un día distinto, por distintos paisajes recorriendo lugares increíbles, y así pasó el Transandes 2018.
Me volví lleno, me volví feliz, y me di cuenta de que superarse uno mismo, es cuestión de la mente de cada uno. Todo está en la mente. Poder se puede, es cuestión de proponérselo, lleva tiempo y a mí me llevará mucho tiempo mejorar, pero estamos en el buen camino, y eso me deja tranquilo. Es por eso, que ya estoy pensando en el Transandes 2019, para seguir aprendiendo y sumando experiencia…
Nunca te rindas…

Catalina Salata, Segunda en el Transandes, Motivación y ganas…
Al principio me costó entrar en el ritmo del Transandes Challenge. Miraba para atrás y adelante e iba sola, no sabía cuánto más adelante iba la puntera.
Las típicas incertidumbres de carrera me invadían: “voy bien?”, “en esta muralla ritmo constante, no lleves el ritmo del que va al lado”, “no me vendría mal el empujón de una dupla en esta subida”, “abastecimiento, ya, rapidito un plátano, una sandía, dos vasos de coca y seguir camino”, “la bajada… al fin! Ya pero sin matarse, rápido pero sin volverse loca”, son algunas de las miles de cosas que pasan por mi cabeza durante todas esas horas en las que estoy metida en la mitad de la selva patagónica, subiendo un murallón o bajando por esos maravillosos descensos llenos de grietas y raíces, gozando, porque sé que la rueda va a afirmarse como sea en ese maravilloso grip (el agarre que tienen los neumáticos con el suelo) sureño, bordeando un lago o un río, perdida entre las infinitas montañas.
Ya en el segundo y tercer día, fui conociendo a algunos corredores. Los veía todo el tiempo, iban siempre cerca, a un ritmo muy similar, compartiendo segundo a segundo cada segmento del camino, “sigue atrás de ellos, van a buen ritmo”, “aprieta aquí para llegar primero a la bajada”, “quedan sólo 2 kilómetros, ¡el último esfuerzo!”.

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El mejor momento: llegar a la meta…
No más esfuerzo, no más dolor (por hoy); frenar, bajarse de la bicicleta, respirar profundo y sentir el relajo y la felicidad inundar mi cabeza… el momento más gratificante que puede existir! De la meta, directo al punto de abastecimiento a enguatarme con esa tonelada de sandía helada y refrescante que no dejan de cortar para los corredores, realmente el mejor premio.
Partimos a la cabaña en bici, soltando, comentando con los amigos los tramos más duros y entretenidos del día.
Llego a la cabaña, dejo la bici en la sombra. Estoy empolvadísima. Mi casco y anteojos de sol, tatuados con polvo en la cara, sucia, transpirada entera, pero nada de esto me importa porque fue una experiencia espectacular.
Muero de hambre! Ninguna ducha puede superar a ese exquisito almuerzo que espera por mí. No sé cuál es el menú, pero sé que será el plato más rico del planeta!
Y así día a día: desayuno, preparar la bici, calentamiento, partida, meta, almuerzo, lavar la bici, descanso, charla técnica, comer, ¡dormir… el paraíso de los adictos al mountain bike!

La rutina se repite, pero las sensaciones van cambiando…
Las piernas van más cansadas en carrera, empieza a doler la espalda, el sillín de la bici es cada día más incómodo, el cuerpo te pide más comida, el sueño es más pesado en las noches y todas las mañanas cuesta más levantarse de la cama.
Lo que se mantiene firme: la motivación y las ganas. Cada día que pasa es un día menos de carrera y más en experiencias y vivencias inigualables.
Un nuevo circuito todos los días. Diferentes senderos, una subida más o menos empinada, un descenso diferente al anterior, un nuevo aprendizaje… no sabés lo que te depara el camino y lo único que quieres es descubrirlo, vivirlo y superarlo.
Fue una carrera en que mi cuerpo y mente acumularon y concentraron una infinidad de sensaciones y sentimientos: la emoción y el ahogo de la partida; el polvo cubriendo el cuerpo; el golpe de los pedales en las piernas al tener que bajarme y caminar; las heridas en los brazos causadas por las ramas y zarzamoras en el camino; pasar de respirar un calor insoportable a sentir una brisa en la mitad de una cuesta; pasar de estar enterrado en un bosque de pinos a un claro en el que levanté la mirada y pude ver el volcán Choshuenco, el lago Pirihueico o alguno de los tantos ríos de la zona.
Esa gota de transpiración que cosquillea y cae por la punta de la nariz; el sufrimiento en las subidas más difíciles, en los momentos en que ya dolían tanto las piernas que se me salían las lágrimas y ya quería llegar a la meta; adrenalina y éxtasis en las bajadas; alivio y felicidad en la meta; risas, copuchas, momentos con los amigos…

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Una suma de experiencias
Y así podría seguir describiendo todas estas cosas que estoy recordando en este momento, que me suman experiencia, que me ayudan a conocerme y que siento que me han enriquecido como persona. Creo que además de éstos, son varios los motivos que impulsan a los otros 300 corredores, provenientes de todos los continentes, a inscribirse, viajar a este lejano rincón en el sur de Chile y disfrutar de esta increíble aventura.
Es así como el Transandes Challenge fue un desafío netamente personal, un momento de reflexión, un momento para estar conmigo misma y que cumplió con mis expectativas con creces, sea cuál sea el resultado final en un papel (¡les cuento que quedé 3°! Pero mi alegría habría sido la misma al haber quedado última).

Posiciones
General Caballeros
1° Eyair Astudillo 15:16:11 hs
2° Marc Trayter 15:18:39 hs
3° Matthias Grick 15:33:15 hs
4° Miguel Angel Hidalgo 15:49:57 hs

General Damas
1° Kaysee Armstrong 19:00:20 hs
2° Catalina Salata 19:59:06 hs
3° Elizabeth Cabrera 23:16:03 hs

Team Caballeros
1° Benjamín Moya y José Pablo Ramirez 16:22:31. hs
2° Felipe Ojeda y Cristóbal Zamorano 16:51:24 hs
3° Ezequiel Cuevas y Funaro Pablo 17:27:33 hs

Team Mixtos
1° Mary Mcconneloug y Michael Broderick 18:32:15 hs
2° Giorgio Rossini y Sara Dangelo 18:48:05 hs
3° Daniel Roura y Clara Baquerizo 19:32:08 hs

Team Damas
1° Carolina Maldonado y Fátima Eynard 21:08:12 hs
2° Isabella Vincoletto y Suzan De Paula Zorzetto 24:02:30 hs

www.transandeschallenge.com