Agua

VUELTA AL LAGO LOLOG

octubre 21, 2025 — by Andar Extremo

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Agua

VUELTA AL LAGO LOLOG

octubre 21, 2025 — by Andar Extremo

Sebastián Knudtsen, en el 2023, se enfrentó nadando a las gélidas aguas del Lago Lolog con la firme determinación de completar toda la vuelta: 60 kilómetros recorridos a nado. Llevaba a su espalda un bote inflable cargado con todo lo necesario para sobrevivir durante cinco días en la naturaleza patagónica. Aquí nos relata su increíble hazaña.

Por Andar Extremo fotos Sebastián Knudtsen

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¿Cómo te iniciaste en los deportes de aventura?
Nací en San Martín de los Andes, por lo que mi conexión con la naturaleza comenzó desde muy pequeño. Hace poco recordaba que, de niño, junto a un amigo del barrio organizábamos algo parecido a duatlones: corríamos y después hacíamos circuitos en bicicleta. Incluso los hacíamos complicados, pasando por encima de árboles caídos, y nos divertíamos muchísimo. Ya de grande, empecé a hacer viajes largos en bicicleta y, más tarde, me adentré en el mundo de la natación.

¿Cuándo comenzaste a tomarte en serio el deporte?
Desde adolescente, hacíamos campamentos y caminatas de varios días. Luego estudié en Córdoba durante dos años para convertirme en profesor de natación. Fue allí donde nació en mí el deseo de viajar, y conocí a los chicos de La Vida de Viaje, quienes me inspiraron a salir en bicicleta. Hasta ese momento no tenía bici, pero con mi primer sueldo como profesor de natación en San Martín me compré mi primera bicicleta, con la intención de viajar. Diez meses después, realicé un viaje de tres meses por la Patagonia, y desde entonces no hubo vuelta atrás. Ese viaje fue hace unos nueve años. Después de esa primera experiencia, trabajé un tiempo más y, en 2017, partí desde San Martín de los Andes hasta llegar a Uruguay, casi en el límite con Brasil. Más tarde, trabajé otro poco y, en 2019, viajé a África, donde estuve alrededor de 10 meses recorriendo. Tras la pandemia, volví a las andadas: hice la vuelta al lago, luego la vuelta al Parque Nacional Lanín y, por último, un viaje desde San Martín de los Andes hasta Puerto Madryn.

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¿Cómo fue viajar en bicicleta por África?
El viaje por África fue totalmente increíble, posiblemente el mejor que he hecho. Recorrí zonas muy tranquilas, en su mayoría rurales. Mi idea siempre fue tomar caminos alternativos o senderos que me permitieran llegar a los poblados más pequeños. Estuve en el sur de África, recorriendo Malawi, Botsuana, Zambia y Mozambique. En Malawi llegué a zonas tan remotas que conocí a personas adultas que nunca antes habían visto a alguien de piel blanca; al verme, se alejaban. Pero cuando alguno de los más jóvenes de la comunidad, que hablaba inglés, se acercaba, entonces 50 o 60 personas se reunían a mi alrededor, curiosas por entender de qué se trataba esto de una persona viajando en bicicleta.
Sin embargo, lo más maravilloso fue poder observar la diversidad de fauna desde mi bicicleta: jirafas, elefantes, leones y una cantidad increíble de animales. También disfruté mucho del desierto, pero, como siempre, lo mejor de los viajes termina siendo la gente. Siempre hay alguien dispuesto a ofrecerte un lugar para dormir, comida o agua.

¿Cómo te adentraste en el mundo del agua?
Siempre nadábamos con mis amigos en el lago, en agua fría, nos metíamos durante todo el año. A finales de una temporada, en marzo, recuerdo que el lago estaba picado, hacía frío y estábamos sin trajes de neoprene. Entonces mezclé un poco los conceptos: esto de viajar en bici, llevar la carpa, pasar la noche y poder retomar al día siguiente. Pensé que estaría genial nadar, acampar y seguir adelante.
De esa idea empezó a tomar forma el plan, ya que así podía hacer varios campamentos y darle la vuelta al lago Lolog. A partir de ese pensamiento, lo estructuré y me lo tomé en serio. En septiembre de 2022, comencé a entrenar intensamente para poder cumplirlo y hacerlo realidad. Entrenaba bastante cada semana, prácticamente todos los días, con un mínimo de 2000 metros de natación, para llegar en buena forma a febrero de 2023. En los entrenamientos, sentaba a mis amigos en un bote (Packraft) y los arrastraba para trabajar la fuerza.

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¿Cómo fue la elección del material para llevar en el packraft?
El packraft es un bote inflable y liviano; el mío pesa aproximadamente 3,5 kilos. Inicialmente lo había comprado para hacer travesías en bicicleta, ya que puedes colocar la bicicleta encima, remar y luego continuar pedaleando. Después lo desarmas y lo transportas en la bici. Al tener el bote, se me ocurrió remolcarlo como si fuese un torpedo y llevar en él las cosas que necesitaba.
Tuve que pensar cuidadosamente qué llevar y qué no. Calculé comida para doce días porque no creía que fuera capaz de hacer más de 10 km por día, considerando que el viento es muy fuerte y cambiante. Por lo general, sopla desde el oeste, así que estimé 30 km con viento en contra y 30 km con viento a favor. Pensé que el recorrido sería largo, así que calculé provisiones para 12 días. Si me sobraba comida, mejor. Eso ya representaba bastante peso.
También cargaba los elementos para acampar: bolsa de dormir, carpa y aislante. En total llevaba unos 20 kilos de carga. La diferencia en tiempos debido al peso era notable: en lugar de tardar 20 minutos en un tramo, ese mismo tramo me tomaba media hora.

¿Por qué decidiste hacer la vuelta en solitario?
Decidí encararla en solitario porque creo que enfrentarte a este tipo de desafíos estando solo te pone más a prueba. Afrontar las dificultades y pasar la noche en soledad en plena naturaleza representa un reto adicional. Sin embargo, la razón principal por la que decidí realizar una travesía de natación en solitario es porque, a diferencia de la bicicleta, donde puedes mantener el mismo ritmo que otro o esperar a un compañero si se separa, en el agua es diferente. Necesitaría compañeros que tuvieran exactamente mi mismo ritmo y que estuvieran dispuestos a nadar muchas horas al día.
Preferí hacerlo solo porque conozco mis propios límites: sé cuánto aguanto, sé cuándo tengo frío y cuándo necesito salir del agua. Además, mi mente funciona mejor de esta manera.

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¿Cómo manejaste los horarios de natación y cómo organizaste las jornadas?
Me pareció adecuado nadar por la mañana. Nunca antes había hecho una travesía por agua, así que me guié un poco por mis sensaciones. La mañana me resulta un buen momento, así que nadaba unas dos horas continuas, salía durante media hora y luego volvía a entrar al agua. Continuaba hasta sentirme muy cansado o hasta encontrar un lugar donde acampar. Por lo general, nadaba entre las 9 y las 14 horas, y después ya no volvía a entrar.

¿Cuántos kilómetros hiciste por día?
El primer día fueron 12 kilómetros, al igual que el segundo. El tercer día lo tomé como descanso, aunque nadé unos 6 kilómetros. El cuarto día también fueron 12 kilómetros, y el último, con un viento a favor muy bueno, logré completar 16 kilómetros.

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¿Cuáles fueron las sensaciones del primer día de natación, tanto por nadar tanto como por remolcar el bote?
Cuando entrenaba para este periplo, uno de los ejercicios consistió en nadar durante seis días, haciendo 10 kilómetros por día en una pileta. El primer día logré completarlos, pero creo que el segundo salí a los 6 kilómetros. La idea de ese entrenamiento era probarme a mí mismo para ver si podía resistir 10 kilómetros diarios.
Hasta ese primer día de la travesía real, era una incógnita cómo lo afrontaría. El lago estaba impecable, como un espejo, y disfruté muchísimo de la experiencia. Sin embargo, sentí un poco de vértigo al ser mi primera travesía acuática, pero, a pesar de todo, fue uno de los días más hermosos.

¿Cómo es la técnica de nado en este tipo de lagos?
No sé si existe una técnica en particular, pero a mí me gusta nadar donde no pueda ver el fondo. Me encanta contemplar el azul oscuro del lago, aunque me da vértigo observar el veril hasta que se desvanece en el azul profundo. Por lo general, nadaba a unos 100 metros de la costa o menos. Lo hacía durante varias horas y, cuando encontraba alguna playa bonita, salía un rato, principalmente para descansar y comer.

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¿Hay un registro de travesías como esta en el país?
Nunca escuché de uno, aunque sí sé de personas que cruzan los lagos en trayectos más largos. Por ejemplo, una semana antes de mi travesía, un profesor atravesó el lago Lácar, que tiene unos 35 kilómetros.

¿Qué te dejó esta travesía después de realizarla?
Me sorprendió haber nadado tanto. Desde el cerro Lolog, al observar la inmensidad desde allí, aún no puedo creer lo que logré. Me impresiona haber recorrido toda esa distancia en tan poco tiempo.

¿Qué es lo más lindo que te tocó ver?
El lago Lolog tiene forma de L, y yo lo podría dividir en tres partes. La parte más corta de la L es donde uno llega a la playa. Después, al doblar a la izquierda, se encuentra una zona que no conocía. Aunque anteriormente me habían ofrecido ir a conocerla en lancha, preferí reservarla para descubrirla por mi cuenta. Doblar en esos dos tercios de la parte larga de la L y explorarlo fue, sin duda, lo mejor.

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¿Tuviste algún dolor corporal?
Dolor como tal, no. Pero tenía bastante quemada la cara por el sol y un dolor en el cuello provocado por el roce del traje de neopreno, que me irritó la piel al no haberme puesto vaselina. Lo solucioné doblando el traje hacia adentro. Usé el traje en todo momento. El agua estuvo cálida, a unos 22 ºC, mientras que normalmente está en 18 ºC. Con este rango de temperatura, sin traje, uno puede aguantar como mucho una hora.

¿Cómo surgió la idea del documental?
Partí con la intención de documentarlo y convertirlo en un proyecto audiovisual. La idea principal era registrar el viaje.

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Preferí hacerlo solo porque conozco mis propios límites: sé cuánto aguanto, sé cuándo tengo frío y cuándo necesito salir del agua