Montañismo

Aconcagua Récord Argentino, Plaza de Mulas a Cumbre, Matías Sergo Pezoa

septiembre 15, 2024 — by Andar Extremo

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Montañismo

Aconcagua Récord Argentino, Plaza de Mulas a Cumbre, Matías Sergo Pezoa

septiembre 15, 2024 — by Andar Extremo

El 19 de febrero, Matías Sergo ascendió desde Plaza de Mulas a la Cumbre en 3 horas y 20 minutos, superando la anterior marca por doce minutos. También logró un tiempo récord en el descenso, solo le tomó 55 minutos bajar al base, haciendo un tiempo total de 4 horas y 36 minutos en la ruta Plaza de Mulas-Cumbre-Plaza de Mulas.

Por Andar Extremo Fotos Matías Sergo

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Ni Tyler Andrews en 2022, con sus 3 horas y 32 minutos, ni el checo Martin Zhor en 2019, con 3 horas y 38 minutos, ni Bruno Brunod, Favio Meraldi y Jean Pellissiers en 2000, con 3 horas y 40 minutos, imaginaron que Matías, el profesor de Educación Física, porteador y poseedor del récord 360º del Aconcagua, podría hacer la cumbre más alta de América al unir el campo base Plaza de Mulas con la cima de 6960 msnm en el increíble tiempo de 3 horas y 20 minutos. En la ruta normal del Aconcagua, desde el Campo Base “Plaza de Mulas” a 4300 msnm, existe una distancia de 9 kilómetros y un desnivel positivo de 2660 metros hasta la cumbre a 6960 msnm; y luego el descenso es un poco más corto debido al gran acarreo, unos 7 kilómetros.
Pero lo de Matías Sergo Pezoa no es algo nuevo. Ya el 11 de febrero de 2020, marcaba el camino haciendo el Aconcagua 360º, superando su propio récord del año 2018, de 27 horas, 2 minutos y 58 segundos, con un tiempo de 25 horas, 23 minutos y 58 segundos. En una entrevista muy amena, nos contó detalles de su nuevo récord

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¿Quién es Matías Sergo Pezoa?
Soy mendocino, vivo en Maipú. Vengo de muy abajo, y en mi vida en general, he estado haciendo un gran esfuerzo para lograr cosas, tanto para estudiar como para trabajar. Con mucho esfuerzo y sacrificio, he podido encontrar mi lugar, en este caso, en el Aconcagua, que me ha dado muchísimas alegrías desde todos los puntos de vista. Estoy muy agradecido a ese lugar. Me encantaría dejar no solo un legado deportivo, sino también motivar a las personas para que se superen día a día y puedan mejorar en todos los aspectos. Principalmente, como profesor de educación física y preparador físico, quiero que las personas se adentren en el mundo de las montañas y se preparen para alcanzar sus objetivos.

La montaña es una gran maestra, nos enseña cómo somos y nos muestra las mejores y peores versiones de nuestro ser

¿A qué se debe ese encuentro con la montaña y cuál fue el punto de quiebre?
Cuando era muy chico, tuve una primera conexión con la montaña y sentí que era mi camino. Conocí a dos guías que me deslumbraban con sus historias. Como todo niño, estaba fascinado con lo que hacían. El punto de quiebre llegó alrededor de 2008 o 2009, cuando tenía unos 20 años. Me fui a vivir con Norma “Cuca”, la mujer que actualmente es mi esposa, y allí entendí que había que esforzarse para conseguir las cosas. Esos primeros años fueron duros desde el punto de vista económico, trabajando y continuando mis estudios. Fue entonces cuando comprendí que la vida consiste en hacer lo que nos gusta con pasión. Se trata de buscar el placer, la alegría y la felicidad en las cosas que nos motivan, nos gustan y nos movilizan, en lugar de hacerlas por obligación.

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¿Cuando las cosas se hacen con esfuerzo, ¿tienen un doble mérito?
Es un mérito importante porque, sobre todas las cosas, es todo a pulmón. Uno tiene que gestionarse los tiempos, trabajar, estudiar y ocuparse de la casa. Además, intentar récords. Como no vivo solo del deporte, todo eso contribuye al mérito. Sin embargo, sigo eligiendo hacer las cosas de esta manera porque tienen otro sabor. Estás a la altura de la gente patrocinada y romper un récord es algo inalcanzable. Sé que podría mejorar muchas cosas relacionadas con el entrenamiento y la alimentación si me dedicara al 100 % a esto y tuviera patrocinadores, pero la verdad es que me gusta hacerlo de esta manera. Si en el futuro tuviera la idea de hacer algo fuera de aquí, necesitaría otro tipo de apoyo. Mis récords son en el Aconcagua porque es lo que tengo al alcance de la mano. Es donde trabajo, es el patio de mi casa, donde me siento bien, he crecido y donde he encontrado mi equilibrio cuerpo/mente.

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¿Cuándo comenzaste esta temporada, sabías que ibas a establecer un récord?
Es algo que siempre llevo en mi cabeza desde abajo, pensando y entrenando para ello. Mi fortaleza es creer que es posible y hacer todo de manera meticulosa para lograrlo. Solo lo sabía “Cuca”, con quien lo había hablado antes de la temporada. Me miró y me dijo: “¡No, otra vez no!”. La verdad es que ella sufre mucho, se pone muy nerviosa. Pero bueno, esta vez era más tranquila, en menos tiempo, y es algo a lo que estoy acostumbrado: cumbres en el día. Me hace sentir vigente. Comencé a trabajar en el Aconcagua a los 19 años, y han pasado 13 temporadas. Siempre planifico previamente desde abajo. Obviamente, luego busco la ventana climática, el mejor día, y trato de encontrar mi mejor versión. Con el tiempo, me he dado cuenta de que no es la mejor forma de abordar un récord al final de la temporada. Me siento disminuido, cansado. Por eso lo intenté a mitad de temporada, para poder centrarme también en el trabajo.

¿Fue tu cumbre número 36 en el Aconcagua?
Sí, fue mi trigésima sexta cumbre. Sin embargo, de esas treinta cumbres, cumplí treinta desde los campamentos base o más abajo, haciéndolas en el mismo día: base-cumbre-base, incluso los 360º desde Penitentes. Dudo que haya otra persona que tenga treinta cumbres. A veces, solo se ven los tiempos, que es lo que vende, pero alcanzar este logro fue muy significativo y me permitió disfrutarlo aún más.

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Cuando llevas a cabo un récord así, ¿llevas en la cabeza los tiempos anteriores o simplemente disfrutas y dices “que salga lo que salga”?
No voy con esos tiempos en el momento del récord. Sin embargo, días antes, no tenía los tiempos desde Cólera a los 6000 msnm hasta la cumbre. Tres días antes, medí una hora treinta y cinco minutos, y para mí, era suficiente. Tampoco tenía los tiempos de Plaza de Mulas a Cólera. Aunque lo había hecho muchas veces, no por tiempo. Tenía un recuerdo de una marca en 2013 de dos horas once minutos, y sabía que en dos horas podía hacerlo. Entonces, tardar una hora y media de Cólera a la cumbre estaba muy cerca. Encima, el día que me probé, estaba porteando: subí con carga, dejé el equipo y me fui hacia la cumbre. Me dije: “En buenas condiciones, puedo bajar esa hora y 35 minutos”.
Así que ya empecé a no pensar en el tiempo. El tramo a vencer era de Plaza de Mulas a Canadá, que está a 5000 msnm. Ese tramo es bastante duro y difícil para bajar los tiempos, pero sabía que si bajaba los tiempos allí, lo demás fluiría. Los primeros dos kilómetros miré el tiempo y después me desentendí. No volví a mirar hasta que pasé Cólera, casi llegando a Piedras Blancas a unos 6200 msnm, y llevaba 1 hora 50 minutos. Era una animalada, iba súper sobrado. No lo miré más y seguí subiendo, pensando: “Que sea lo que tenga que ser”.
Pasando La Cueva, me agarró un calambre en la pierna izquierda y tuve que descansar porque no podía moverme. Descansé unos 7 minutos sin mirar el reloj y dije: “Que sea lo que sea”. Venía con buen tiempo, y si no batía el récord, al menos haría lo mejor posible. De hecho, hablaba con mis compañeros y les decía que era más factible bajar el tiempo de ida y vuelta que el de solo ida. El tiempo de ida y vuelta estaba en 4 horas 56 minutos, y cuando estaba acalambrado, decía: “Bueno, al menos toco cumbre y trato de superar el tiempo de ida y vuelta”.
Cuando llegué a la cumbre, fue una sorpresa enorme. Realmente, ese era el objetivo. Estaba muy al límite, yendo muy rápido. Quería entregarlo todo, sin pensar en los tiempos de los demás. De hecho, pensaba descansar a los 6000 msnm en Cólera, pero seguí un poco más. Pensaba descansar en la intersección de los caminos de Cólera y Berlín, pero tampoco llegué bien, así que seguí un poco más. Era mi oportunidad de descansar en Independencia, pero tampoco lo hice. Sabía que si tenía un imprevisto, podría parar. Así que me acalambré, paré un ratito, descansé, recuperé fuerzas y seguí. Ese tiempo ganado por no descansar 5 minutos me dio la posibilidad de batir el récord. Hice micro paradas de 10 segundos dos o tres veces para tomar aire y sentirme a tope. No paraba para hidratarme, solo en cambios de pendiente caminaba más lento e hidrataba. La idea fue dar lo mejor de mí.

En la montaña, uno esta tan conectado con el entorno que es difícil que entren pensamientos negativos en la cabeza

¿Cómo fue la logística de este récord?
Cuando bajé de la cumbre, mi esposa “Cuca” me señaló las fotos y dijo: “¿Viste la ropa con la que hiciste el récord? Es la misma que usas para portear”. En realidad, esa ropa es la que me hace sentir cómodo, la uso constantemente y me funciona. Lo único que cambié para este récord fue el calzado: opté por zapatillas en lugar de las botas simples que suelo usar. Mati Moreira me prestó las zapatillas, y quiero agradecerle por ello. Aunque las zapatillas eran cómodas, no me sentí al 100 % con ellas. Quizás no abrazaban bien el tobillo o simplemente no estaba acostumbrado. Además de las zapatillas, llevé mi mochila y mi bolsa de hidratación, así como la ropa que uso para portear. No contaba con ningún soporte externo, ya que el tiempo era crucial. Para ponerlo en perspectiva, normalmente tardamos 3 horas solo para portear hasta un campamento, pero en este récord, ese mismo tiempo me llevó hasta la cumbre. No necesitaba un soporte adicional. El viaje de ida y vuelta totalizó 4 horas y 36 minutos, y con una buena hidratación y algo para comer, fue suficiente. Curiosamente, no sentí hambre; tuve que obligarme a comer media barrita de cereal. En cuanto a la hidratación, tomé un litro y medio antes de salir y otros 2 litros durante el récord.

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¿Por qué elegiste el 19 de febrero?
Ese día fue increíble: el clima era ideal. Por la mañana, alrededor de los 5 grados, y durante todo el camino, la temperatura se mantuvo constante. En la cumbre, no hacía frío y no había viento. Además, una ligera brisa me ayudó a mantenerme fresco. Fue realmente un día alucinante. La elección del 19 de febrero se debió a que era la ventana de oportunidad. Inicialmente, íbamos a ir con mi amigo “Grego” para motivarnos, pero por razones personales, no pudo unirse. Luego, consideré si sería ventajoso o desventajoso hacer el ascenso a dos personas, ya que nunca lo había intentado antes. Aunque no se dio la oportunidad de compartirlo con él, justo 15 días antes, “Grego” había establecido un récord argentino de 4 horas y 15 minutos, superando el anterior tiempo de Felipe Randis de 4 horas y 30 minutos. Esto me motivó internamente, ya que tenía ese objetivo en mente desde hace tiempo y nadie más lo sabía. Así surgió la idea de ir juntos, aunque finalmente no se concretó.

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¿El récord fue por la ruta normal a la cumbre?
Sí, subí por la ruta normal y bajé por el gran acarreo que te lleva directamente a Nido de Cóndores. No pasé por Cólera. De hecho, cuando llegué a la cumbre, estaba tan emocionado y sorprendido de haber batido el récord, incluso con calambres, lo había bajado en 12 minutos. Para ponerlo en perspectiva, era como si hubiera bajado un maratón de 2 horas a 1 hora y 59 minutos. Fue una hazaña increíble. Me puse a elongar por miedo a otro calambre y luego tuve que bajar con cuidado. Tenía que girar los pies hacia adentro, y en los videos se nota que no fue una caminata fácil. Estaba al límite. Descansé unos 20 minutos en la cumbre, descartando la posibilidad de batir el récord de bajada en ese momento. Luego, me elongué más fuerte, acomodé mis cosas, saqué una foto y comencé a descender. Justo en la cumbre estaba Serafín, un amigo mío que grabó algunos videos. Fue un momento emotivo, y mis lágrimas reflejaron la emoción y el disfrute. Fue una experiencia plena.

Para lograr objetivos, no hay magia, ni suerte; se trata de preparase y trabajar duro

¿Cuándo llegaste a Plaza de Mulas, continuaste disfrutando o reconsideraste inmediatamente tu enfoque?
En el caso del 360º, que hice por segunda vez, sabía que podía mejorarlo, pero en esta ocasión sentí que lo di todo, que entregué todo lo que tenía. Abajo, algunos me decían que si no me hubiera acalambrado, habría bajado 15 minutos más. El calambre también es parte de la experiencia, y en la montaña, no se trata de correr, sino de caminar rápido. En la bajada, mantuve un ritmo sostenido, y aunque no me recriminé nada, estuve completamente satisfecho. La gente me hizo disfrutar mucho, mis compañeros, amigos y quienes seguían con sus cámaras estaban expectantes. Sentí una energía única.

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¿Qué fue lo más especial de este récord?
Sin duda, lo más especial de este récord fue el apoyo generalizado de la gente, especialmente de mis compañeros porters. En el Aconcagua, somos alrededor de 90 porters, y conozco a unos 60 de ellos. Sabían lo que iba a hacer y me ayudaron y alentaron para lograrlo. Fue emocionante que mi esposa “Cuca” se comunicara por radio desde Confluencia. El impulso de todos fue increíble, y que mis compañeros me grabaran y tomaran fotos fue alucinante. Los porters subimos y bajamos con cargas durante muchos días seguidos, y aunque entre nosotros no nos sorprende, los clientes a menudo se asombran. Por ejemplo, mientras un cliente puede tardar unas 4 horas en ir de un campamento a otro, nosotros lo hacemos en solo una hora, cargados con equipo. Pero lo más increíble fue el gesto, el asombro y el apoyo de los otros porters. Fue una experiencia alucinante.

¿Por qué en la montaña hay tanto resentimiento entre los montañistas alpinos y las actividades de velocidad en la montaña?
Tengo una opinión bastante formada al respecto porque practico la montaña en velocidad. Cada persona siente la montaña de manera única. Existe una corriente antigua y muy respetable que considera que hacer montaña de forma alpina y autosuficiente es lo mejor, especialmente para conocer un lugar. Transitar la ruta de forma alpina, llevando tus propias cosas, es una excelente manera de lograrlo. Sin embargo, cuando ya tienes cierta experiencia y conocimientos sobre los caminos, el comportamiento del clima y la altitud, puedes adaptarte a diferentes situaciones. Por ejemplo, no es lo mismo enfrentar un pico de 5000 metros que uno de 6000 o 7000 metros. Mi concepto es que cada uno debe disfrutar la montaña a su manera. Existe una corriente más amplia que nunca ha hecho montaña de forma alpina y subestima la altura, el clima y otros factores. Por eso, a veces se toman recaudos a la ligera. Por ejemplo, para ir rápido, algunos descartan abrigos o botas dobles, y eso puede ser peligroso. Incluso muchas personas que intentan establecer récords no lo logran debido a las condiciones y a la falta de elementos esenciales como botas dobles o piquetas. En la montaña, a veces es indispensable tener esos elementos.
En cuanto a los trail runners que hacen montaña en velocidad, cuando hablamos de altitudes superiores a los 4000 metros, la situación cambia. Aunque es emocionante, es necesario tomar más precauciones y tener conocimiento sobre lo que se necesita para enfrentar esas alturas. Por eso, es importante conocer el terreno en forma alpina y comprender cómo se comportará en esos días. A veces, se subestiman demasiado las cuestiones de la alta montaña.
En mi opinión, los montañistas que practican la actividad de forma alpina (trasladando su propio equipo) se animan cada vez más a hacer montaña en velocidad. Además, subir y bajar rápido también es una cuestión de seguridad. En la alta montaña, si no haces cumbre entre las 12 del mediodía y las 3 de la tarde, debes bajar. Si haces cumbre más tarde, corres riesgo, especialmente en condiciones de altura y durante la noche. Correr en la montaña a alta velocidad implica descartar elementos de seguridad, y eso a veces se ve mal. La altura en la alta montaña merece respeto. Puedes tener un historial de carreras de trail, pero la altura impone sus condiciones. Adaptarse a la altitud es fundamental, y la falta de respeto hacia ella pone en riesgo a muchos, incluso al grupo de rescate en lugares como el Aconcagua.

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¿Qué significó esta cumbre?
La cumbre fue un momento trascendental. Al llegar a la cruz y ver el tiempo, no podía creerlo. Pensaba: “Estoy aquí, di lo mejor de mí”. A pocos metros de la cumbre, casi llorando, la ansiedad se apoderó de mí. Mi corazón latía acelerado, y una mezcla de emociones me invadía. Sabía que estaba cerca, y cuando finalmente vi el reloj, sentí un alivio inmenso. Este logro es uno de los más importantes de mi vida. Además, rompí el récord de alguien tan preparado como Tyler Andrews, quien aún ostenta el récord de ascenso y descenso desde Horcones hasta la cumbre y de regreso. Superarlo fue un verdadero regalo para el alma. En retrospectiva, recordé todo el camino recorrido, todas las personas que creyeron en mí y me impulsaron a lograrlo.

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