por Andar Extremo entrevista a Juan y Santino Casabonne
Juan ¿Cuándo te metiste a hacer montañismo?
Arranqué en los años 80 haciendo muchas travesías. No se llamaba trekking, éramos mochileros y cargábamos las garrafas de gas de 4 kilos. Las mochilas eran de hierro y no tenían riñonera; pesaban muchísimo, siempre más de 25 o 30 kilos. Casi nunca se prendían las garrafas o calentadores, así que salíamos a buscar leña. Mi vida era hacer dedo para ir a las sierras o a la Patagonia. También viajaba con mi guitarra y pensaba que siempre estaría en ese ambiente, pero la vida te lleva por otros caminos y dejé de hacer la actividad. Hasta que un día sentí el llamado de la montaña. Santino era chico y le contaba las historias de cuando iba. Así fui forjando en él el amor por la naturaleza. Un día me pidió ir, y para esa época hacíamos trekking en los bosques y caminábamos por los médanos. Así fue que organizamos todo y fuimos al Cerro Tres Picos.
Santino ¿Ccómo le pediste a tu papá que te lleve?
Él siempre me mostraba fotos de los lugares a los que iba cuando hacía caminatas. Cuando veía esas fotos, yo tenía 8 años, y ya me daban ganas de ir. Así fue que comenzamos a organizar para ir al Tres Picos, aquí en la provincia de Buenos Aires, que lo teníamos cerca y era una buena altura para comenzar.
Juan, ¿Cómo fue esa primera experiencia en los Tres Picos?
Padre e hijo, cordada de sangre autónoma. Desde esta expedición número uno fue así, hasta hoy. Ya hemos hecho 18 expediciones juntos, unos mil kilómetros de travesía en montañas.
Una vez que se forjó en él el espíritu aventurero y el amor por la naturaleza, aunque somos montañistas, nos consideramos contempladores. Vamos en busca de esa contemplación de cumbre, de tener el mundo a tus pies. Eso no se paga con dinero, es puro esfuerzo mental y físico.
Santino, en esa primera experiencia, estaba preparado mentalmente, pero no sabía si físicamente lo estaría. El Tres Picos tiene 1.000 metros de desnivel; se acampa, y ya tenía que llevar peso. Así que se puso la mochila con sus cosas y arrancamos. Me acuerdo que era tarde. No pudimos llegar a la Cueva de los Guanacos y tuvimos que improvisar un campamento en Paso Dinamitado. La montaña nos dio un «pesto» de bienvenida con ráfagas de 80 km/h. La temperatura bajó, tuvimos que armar el campamento de noche, se nos volaba todo. Fue terrible.
Santi, ¿qué llevaste en la mochila en ese primer viaje para subir a los Tres Picos?
Llevaba agua, abrigo, comida y una bolsa de dormir no muy técnica. También llevaba anteojos de sol. En esa primera experiencia, al ser de noche, estaba muy nervioso por los remolinos de viento. Hacía frío y no tenía equipo de montaña muy técnico. Usaba buzos de ciudad y una campera que tampoco eran técnicas. Aun así, fue una alegría enorme llegar a la cumbre. Había mucha gente, y me felicitaban.
Juan, me contaron que desde esa primera experiencia ¿Santino tiene su rol en las expediciones?
Santino, desde esa primera experiencia, tomó un rol fijo: es el jefe de mapas. Se encarga de leer los mapas de las montañas. Desde el Tres Picos, cuando tuvimos una diferencia en una ruta, le hice caso y al final tenía razón. Así que, desde esa vez, Santi se encarga de los mapas. Le encanta la geolocalización, es fanático de Wikiloc. Estudia las rutas, las alternativas, analiza el relieve y el campo. Cuando camina, ya sabe dónde están los accidentes geográficos, los vadeos de ríos, etc.
Juan, ¿cómo fue el paso siguiente para seguir haciendo montaña?
Nos dimos manija para un nuevo objetivo, a pesar del pesto que habíamos tenido en Tres Picos. Fue uno de los vientos más fuertes que recibimos en las montañas; la carpa se doblaba por completo. Luego de allí fuimos al Uritorco, en Córdoba, y después a Villa Alpina, al Champaquí. Creo que el próximo paso fue la Puna. En Salta, fuimos a Cafayate, al Cerro de la Cruz, que subimos por una ladera conocida como la ‘Quebrada del Filo Pelado,’ escalando por un lugar que nadie había subido antes y que bautizamos como la ‘Peña de Santino.
“Vamos en busca de esa contemplación de cumbre, de tener el mundo a tus pies. Eso no se paga con dinero, es puro esfuerzo mental y físico” Juan Casabonne
Juan, de allí a hacer alta montaña ¿Cómo fue el salto?
Ese mismo viaje hicimos Tilcara a Calilegua, en Jujuy. Era una travesía de 75 km, y Santino la hizo con 8 años. Por suerte, tenemos un sistema progresivo de clasificación y vamos alcanzando logros para pasar al siguiente objetivo. De allí, encaramos los 3.000 metros de Vallecitos y comenzamos a observar cómo se iba adaptando él a la altura.
Santi, ¿qué te dicen en la escuela sobre este deporte que practicas?
Al principio, nada. Cuando empecé a hacer montañas más importantes, cada vez que volvía, me hacían pasar al frente y contar la experiencia.
Santino, ¿cómo fue la experiencia con la altura en Vallecitos?
Si bien eran travesías largas, desde el principio me sentí bien. Nunca me dolió la cabeza ni tuve ningún problema. Ya habíamos acampado a 4.000 metros y estado en otros lugares, y me fue bien.
Estuvimos como 4 días en los refugios en Vallecitos, aclimatamos y subimos tranquilos a los campamentos. Hicimos los tres miles de las Cadenitas: el Lomas Blancas, el Estudiantes, el Cáucaso y el Iluso. Es una travesía rocosa bastante linda.
Luego hicimos el encadenamiento de los 4.000 metros: el Adolfo Calle, el Stepanek, e hicimos el primer intento al Cerro Vallecitos, pero no pudimos subir. Recién a la siguiente Semana Santa tuvimos la revancha y lo logramos. Es uno de los cuatro colosos del encadenamiento, junto al Plata, el Lomas Amarillas y el Rincón.
“Cuando llegamos a la cumbre del San Francisco sentí alegría y me puse a pensar en el día que empecé a hacer montaña con el Tres Picos” Santino Casabonne
Juan, ¿cómo haces para conseguir ropa técnica tan chica para Santino?
Es difícil, pero tuvimos suerte porque sus primeras botas rígidas Asolo las conseguimos en Perú Beach, en Zona Norte, a muy buen precio, y son las botas que todavía usa. Javier Rivera de Salta de Adventure Outdoor nos regaló camperas de pluma a medida también. Para más altura, como un 6.000, tuvimos que invertir en botas dobles, unas G2, para ir al Nevado de Chañi. Ya tuvimos dos intentos fallidos, porque no estábamos al cien por ciento.
Juan, ¿cómo fue la subida a un 6.000 y coronar el San Francisco?
Veníamos de San Antonio de los Cobres, de hacer varios cinco miles con Santi. Santi, sin lugar a dudas, con este 6.000 está entrando en la historia del montañismo argentino. Fue el primer 6.000 para ambos. Tenemos 70 cumbres juntos. Cuando haces cumbre en el San Francisco, tenés el Incahuasi enfrente y todo el valle de Tucumán a la vista. Es increíble.
Santi, ¿qué sentiste cuando llegaste a un 6.000?
Sentí alegría por lo que había logrado y me puse a pensar en el día que empecé a hacer montaña con el Tres Picos. Avancé tanto, y llegar al primer 6.000 fue una alegría enorme. Lograr esta cumbre con 10 años fue increíble.
“Compartir con papá es hermoso y algo que valoro mucho, porque no hay tanta gente que comparta esto entre padre e hijo” Santino Casabonne
Juan, ¿qué proyección de futuro tienen?
Hay varias opciones. En Jujuy dejamos el Nevado del Chañi y el Volcán Quewar. Bajando a Mendoza, pensamos en volver al Plata, intentar el San Bernardo, el Mausy o hacer un segundo intento al Plata, además del Franklin o el Rincón. También tenemos pensado el Maipo en invernal. En Neuquén, consideramos el Domuyo o el Lanín.
Juan, ¿Qué significa compartir esto con tu hijo?
Lo es todo. No hay nada más lindo en la vida que compartir esto. El mensaje es que no hay mejor manera de relacionarse entre un padre y un hijo que con el mayor respeto por la naturaleza, con amor hacia la creación y al creador. Para nosotros, es muy espiritual.
Siempre le dedicamos las cumbres a mi mamá, que nos protege. La idea siempre es contemplar la creación; hay un mundo hermoso que hay que salir a conquistar, y si hay un vínculo fuerte, mejor.
Santi, ¿Qué significa compartir la montaña con papá?
Es una experiencia. Compartir con papá es hermoso y algo que valoro mucho, porque no hay tanta gente que comparta esto entre padre e hijo. Es felicidad, alegría. Poder hacer esto con papá significa todo.
Niños Gigantes
Vania Gutiérrez, 10 años Ojos del Salado
Vania pertenece a una familia de montañistas de Antofagasta de la Sierra. Logró convertirse en la niña argentina más joven en alcanzar la cumbre del Ojos del Salado, a 6.893 msnm, completando la travesía por la ruta argentina el 21 de diciembre de 2018.
Alice Bukasov. 9 años, Volcán San Francisco y Peter Bukasov, 9 años, Ojos del Salado
El guía Argentino y ochomilista Matías Marin llevó en varias expediciones a la familia Bukasov, de Ucrania. En 2014, Alice Bukasov, con 9 años, hizo cumbre en el Volcán San Francisco, de 6.030 msnm. En enero de 2017, a los 11 años, logró la cumbre del Volcán Ojos del Salado, de 6.893 msnm. El 31 de diciembre de 2017, su hermano Peter Bukasov rompió el récord del Ojos del Salado, alcanzando la cumbre con solo 9 años.
Tyler Armstrong, 9 años Aconcagua
Con 9 años, Tyler Armstrong se convirtió en el andinista más joven en subir el Aconcagua, concretando la hazaña en Diciembre de 2013.