Supervivencia

Rescatado en altamar

marzo 3, 2016 — by Andar Extremo

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Supervivencia

Rescatado en altamar

marzo 3, 2016 — by Andar Extremo

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El Vasco Jorge Iza naufragó en solitario en el Atlántico y fue rescatado por un carguero hace un mes. Aquí la nota de un soñador que asegura que el fracaso es no intentar las cosas en la vida.

Jorge intentaste salir a hacer un viaje como el de Vito Dumas?

Fui a cumplir un sueño que tenía dentro de mí hacía mucho tiempo, y que por las situaciones de la vida por responsabilidades o trabajo lo fui postergando. Desde el año 84 lo tenía en la cabeza, pero con firmeza empecé a esculpir ese sueño hace unos 20 años atrás. Cuando me jubilé encaré el viaje.

Cómo fue la elección del barco?

Tuve 2: primero tuve un Spray 26, lento y pesado, y hace tres años pensando en este viaje compré un Orión de 34 pies (10,3 metros), un barco pesado y fuerte, pero hasta ese momento pensaba que era el ideal para hacer una vuelta al mundo. Uno de fibra que navegaba bien. Entonces empecé a acondicionar este barco.

Qué te llevó en la vida a hacer este viaje?

La vida me llevó en el 74 a embarcarme en un barco griego como aprendiz de oficial. Salimos de Génova a Estados Unidos. Allí conocí el agua, y cuando estuvimos en Miami, conocí los veleros. Me volví loco, es un mundo. Al pasar el tiempo, un amigo me invitó a hacer un curso de timonel y allí me metí de lleno. Vos tenés el sueño pero yo sostengo que podés mentirle a cualquiera pero no podes mentirte a vos mismo, tenés que demostrarte que podés hacerlo. Mi primer susto en la náutica fue cuando tenía el Spray y encaré en solitario Montevideo, cuando salí del canal y apagué el motor, fueron 10 minutos trágicos pero si no superaba eso tenía que volver y vender el barco.

Trágicos y mágicos, porque andar sin motor debe ser…

Sí, era un límite que tenía que pasar. Si no podía vencer eso, todo el sueño que tenía no podía ser. Después de esos 10 minutos me sentía el rey del agua. Hice Mar del Plata pero con tripulación, con el barco que acabo de perder. Fui a Brasil con una de mis hijas, a Angra dos Rey. Nada que ver la navegación en solitario porque en algún momento al barco lo dejás solo. Sí o sí tenés que dormir, y ajustás las velas para navegar despacio y va solito, pero tenés que estar continuamente pendiente, atento a todo, hasta cuando dormís. En ese viaje a Brasil capeamos una tormenta importante, con olas de 6 metros,  duró por lo menos 12 horas y el barco se comportó bien, lo superamos. Ahí me convencí de viajar, me sentí que ya estaba listo. Me jubilé y  me preparé para el sueño de mi vida.

Cómo iba a ser este viaje?

Quería hacer el viaje que hizo Vito Dumas por lo “40 Bramadores” sin escalas, que es de acá hasta Nueva Zelanda vas por el paralelo 40, de ahí bajás al Cabo de Hornos  y por el paralelo 57. El paralelo 40 pasa en Argentina por Bahía Blanca. Yo pensaba no parar, llevaba agua y comida para 10 meses.

Que llevabas de comida para una travesía así?

Comida en latas de todo: atún, sardinas, jurel etc… Arroz y fideos. Mucha fruta seca: 30 kg de pasa de uvas, 10 kilos de higo, 5 kg de ciruela. También aceitunas. Llevaba una olla a presión para economizar el gas y preparar de a tres comidas. Si racionaba podía pasar un año y medio con lo que tenía

Cómo preparaste el barco?

Quería salir en agosto pero no llegué a tiempo porque quería llegar en verano a Cabo de Hornos. Salí el 12 de septiembre de 2015. El barco lo compré en Noviembre del 2014 y le hice timón nuevo, lo reforcé al doble con tres bujes porque había dos cosas que no me podían pasar: desarbolar el palo mayor que se caiga el palo), o romper el timón. Pinté todo el barco y lo modifiqué todo en el interior. Me hice un corralito para cuando rolaba el barco no me caiga. Otro problema que intuía, era que la cubierta cuando se empezara a mover haría agua, entonces tenía que poner todo en bolsas. Después de la primera tormenta entraba agua por todos lados y tenía que sacar por día, con tormenta, más de 10 baldes y esponjas pero eso me mantenía activo. Esto era parte de lo que me podía pasar y no me iba a modificar el viaje. Hice revisar la Jarcia Firme que se cambia cada 10 años o 40000 millas y tenía 8 años, así que cambie el stay de proa, un cable fundamental que enrolla una vela. Entonces estaba tranquilo ya tenía los problemas resueltos.

Cómo fue la salida?

Fue en el club Regatas de La Plata, muy emotiva. Es una sensación rara en la gente: ves caras que parece que es la última vez en la vida que te van a ver y hay gente que te anima y te da mucha energía. Cuando salí al principio bien, y enseguida me quedé sin viento en el río. Entonces tuve que fondear y llegando a Punta del Este, otra me quedé sin viento pero esta vez no pude fondear porque había mucha profundidad. Puse el barco a la capa (atás el timón a una banda y acuartelás la vela de proa) y ahí si hay viento quedás a 2 nudos de velocidad o si no, quedas planchando y te lleva el viento para donde quiere. Yo seguí durmiendo tranquilo.

Cuál fue la primera sorpresa que tuviste?

A los nueve días de navegar, me levanté y estaba cortada la burda que es un cable de acero inoxidable que en la punta tiene un aparejo donde vos ajustás el cabo sintético.  Se había cortado el cable de acero. Imaginé que cuando cambiaron la jarcia dejaron la burda. Lo reemplacé por una escota, un cabo sintético que estira  solamente un 1% y funcionó, tuve que subir al palo que mide 12 metros. Yo subí casi 9. A los dos días se corta el de la otra banda. El problema es que tuve que subir de nuevo. En navegación eso mueve mucho y se te acelera el corazón. Estaba a unas 500 millas de acá. Tuve mucha mala suerte: quería ir para el este y el viento venía del este, me iba para el norte, para el sur… avanzaba poco. Al mes de estar navegando, iba con 20 nudos, con una vela chica (trinquetilla) y al irme a dormir sentí que el barco navegaba mal, salí y vi la vela bañándose en el mar. Se había cortado el arraigo donde está el stay que tienen un cáncamo (una argolla de metal) que se había desoldado y estaba abierta. Se había cortado la driza que es el cabo sintético que levanta la vela. La recogí y me dije “la jarcia está mala, me vuelvo, reparo todo en Argentina y el año que viene lo intento de nuevo”. Esa era la idea pero parecía que alguien estaba jugando conmigo. Viré 180° y el viento también. Avanzaba poco y por ahí se me corta un obenque bajo y se rompe la banda. Lo reparo como puedo pero se quejaba la madera. Puse el barco a barlovento para que no sufra el palo y trabajé de la otra banda y volvía de 4 nudos. Estaba a 1300 millas de Montevideo, que era el punto más cercano. No me quedaba otra, no me importaba si tardaba 3 o 5 meses. Me agarraron dos o tres tormentas que avanzaban 80 millas y retrocedía 60. Y en un momento se rompió el otro obenque bajo de la otra banda y allí dije “esto llega a su fin”.

Cómo te sentías ante tanta adversidad?

Por suerte tenía un aparato que se llama Tracking por un sistema que se llama Iridium manda dos mensajes mínimos por día, entonces una vez que llega la señal a tierra, mi hija y mi sobrina veían mi navegación y me preguntan qué estaba pasando. Con el apuro del viaje este aparato había llegado muy sobre la marcha y no pude saber cómo podía escribir mensajes, sólo enviaba los que estaban seteados. En clave le empecé a comunicar que me volvía.

Cómo fue la rotura definitiva del palo?

Fue una tormenta como de tres días, en ese lapso las olas golpearon el barco y lo hacían girar 90 grados pero estaba tranquilo. El primer día de tormenta el palo aguantó pero sentía desde adentro como se cortaban los tornillos. Encima la corriente me llevaba para el lado de África. Si se caía el palo perdía el barco porque no se puede remolcar. Y después de cayó. Me subí con una cadena y en la primera cruceta le puse una gruesísima, pero no aguantó. Había olas de 7 metros y vientos de 40 nudos. A las 10 de la mañana del segundo día de tormenta empezó a crujir, sentía como cuando talan un árbol y sabía que se venía abajo. Tenía que ser rápido y cortar todos los cabos porque cuando se cae si no lo separás rápido del casco se puede agujerear y es peor. Se hunde el barco. Apreté enseguida el botón rojo del tracking y pedí ayuda. Estaba a la deriva y solamente tenía combustible para 300 millas y estaba a 1300 de Montevideo. Lo guardé igual como reserva por si pasaba algún mercante.  Si bien estaba en el paralelo 40, sabía que en el paralelo 35 pasaban los mercantes. El servicio internacional de rescate me informó que venía un petrolero de 250 metros de Punta Arenas al Congo que pasaba cerca de donde estaba. Llamó al capitán y como código moral accedió al rescate y me avisaron que el buque “Dubai Glamour” iba a pasar al otro día al mediodía. Lo vi venir al día siguiente como por una autopista, porque el tracking mío estaba programado para enviar cada 10 minutos la posición y ya sabían dónde estaba. A los 10 minutos me vieron y me hicieron sonar la sonar la sirena comenzando el rescate.

Qué pensabas de tu barco en ese preciso momento?

Ya había hecho el duelo anticipado con el correr de las tormentas, ya sabía cuál era el fin. Se me iba la ropa técnica, las herramientas… se perdía todo. Preparé un bolso marinero pensando que venía un barco de la Armada Argentina pero cuando lo vi venir a mercante que al principio pasó mil metros de largo y siguió, dio la vuelta y volvió, mi hija me mandó un mensaje y me indicó que me suba a ése porque no había opción b. Allí achiqué todo, sólo puse el documento, el pasaporte, la tablet, el tracking y unos dólares que tenía. Me puse el traje de agua, me até el bolsito y me dispuse a subir los 15 metros que tenía el buque. Con olas de 7 metros en una escala de gato no se puede llevar mucho. El barco no se podía acercar porque me aplastaba, como yo tenía combustible me dirigí hacia el barco. Ellos no tenían nada preparado, sólo esperar a que pase la tormenta para rescatarme. Detener esa mole un día es una fortuna. Así que dije: yo voy hacia el barco. Me tiraron un cabo finito con una bocha y con eso no podía. Di tres vueltas al barco, vi una escalera. Allí me acerqué a un metro, salté y dejé el barco a la deriva. Y desde la escala, miraba y se veía que le di un golpe de timón porque el barco da un giro y lo chocó al buque. Se levantó cayó y no lo vi más. Creo que se hundió porque al caer el palo rompió el techo de la cabina y tenía un agujero. Si no se hundió con el golpe, seguro tarde o tempranos e iba a hundir.

Cómo te recibieron?

Ni bien subí me abrazaron, eran oficiales hindúes y marinos filipinos. Un trato espectacular. De allí navegó el buque al Congo y no me dejaron bajar porque no tenía visa. Dentro del barco el capitán decía que era un héroe. Los filipinos que hablaban castellano me cocinaban, me invitaban a fiestas… Realmente increíble. Me llevaron a Trinidad y Tobago, estuve un mes embarcado compartiendo momentos. Incluso el capitán mandó a la Armada Argentina una carta por mi actitud en el viaje. Cuando bajé el capitán me acompañó hasta la explanada. Muy emocionante! Y allí tomé el avión al otro día.

Qué te dejo esto?

Me quedó que esto puede ser el principio de algo. Antes creía que podía hacer ese viaje, ahora sé que puedo, porque en las situaciones más adversas, la moral no se cayó, en ningún momento me arrepentí de estar ahí. Me viene la imagen de todo lo que perdí, lo más triste es perder el barco y las herramientas. Pero una vez viendo una película, una mujer grande le decía a un chico “el único fracaso es no haberlo intentado”, y me quedó esa frase. No logré lo quería, pero no fracasé….lo intenté.